jueves, 31 de octubre de 2013

El otro lado


¿Habrás llegado ya? ¿Lo habrás conseguido? No debimos dejarte partir, debí haberte intentado convencer, aquí está tu familia, aquí estamos todos, aunque lo estemos pasando mal, aunque no tengamos esa seguridad que buscabas en el futuro, pero ¿quién la tiene? Aquí al menos estarías acompañado por nosotros, por tu familia, nunca te faltaría nada, nunca te faltaría un plato ¿por qué  te tuviste que ir? Ahora, allí, solo, si consigues llegar a la costa, ¿qué harás? “Tengo la dirección de Alí, mamá, no te preocupes, él me ayudará los primeros días” me decías, pero cómo no me voy a preocupar, tan joven como eres, tan lleno de vida, allí no serás bienvenido, ya te contó tu padre cuando hace veinte años lo intentó y le echaron para atrás, y volvió con la vergüenza y la indignación debajo del brazo, si no tienes dinero no serás nadie, serás un clandestino, un indocumentado, no tendrás acceso a ayuda alguna, y, si consigues trabajo, para una parte de ese país serás un ladrón, alguien que va a quitarles el trabajo, a quitarles su dinero. ¿Y si la barca no lo consigue, y si se hunde? Cada día miro las noticias, los periódicos, todo, esperando no encontrar esa noticia a la que temo, que cada día no me deja dormir. Por favor, Rahim, ten cuidado, que Alá te cuide. Que pueda volver a verte pronto, te echo de menos, cada día vengo aquí, y dirijo la mirada hacia el agua, hacia el mar, hacia eso que tú me decías que era la libertad, haga el tiempo que haga, sea un día ventoso o no, y  miro y no alcanzo a verte, y ruego a Alá que te proteja, y que me deje abrazarte otra vez, que me deje abrazarte pronto.
 
 

martes, 29 de octubre de 2013

Mujeres


Es día de parto aquí en el Hospital para Mujeres que la Fundación Vicente Ferrer tiene en los alrededores de Anantapur. Aquí la llegada de un recién nacido suele considerarse una bendición divina, aunque a veces no siempre sea así.  En este mundo aún sigue sucediendo  que la venida de una niña sea una carga inasumible para su familia, y no sea una bendición, sino más bien un castigo recibido por los dioses por algo malo que habrán hecho. Una hija supone la obligatoriedad de disponer de una dote en el futuro para que un marido pueda hacerse cargo de ella, cosa que ahoga a las familias, sobre todo de ambientes rurales, porque no pueden hacer frente a esos costes. Esta sociedad considera al hombre teóricamente como mano de obra, y a la mujer simplemente como un gasto. Eso ha llevado a que cuando se sabía que el descendiente iba a ser hembra, se tratase de interrumpir el embarazo por todos los medios. Incluso que los propios padres acabasen con la vida de la niña una vez nacida. Así,  me sorprendo al comprobar que los médicos en esta parte del mundo tienen la obligatoriedad de guardar el secreto del sexo del churumbel a los padres, con riesgo incluso de ser expulsados de la profesión, para evitar que la India se convierta en territorio exclusivo de hombres. Y es que no se comprende que precisamente en esta parte del mundo, en el que el papel de la mujer es tan indispensable pues llevan el peso de todo, sean precisamente consideradas por los hombres como una carga, cuando realmente ellas llevan su carga sola, admirablemente, cuidando de sus hijos, haciendo la comida, trabajando en el campo, asumiendo el marido que arbitraria y en la mayoría de casos injustamente por indeseado le impongan.  El hombre ha creado un mundo a su imagen y semejanza, un mundo violento y desconfiado, de competición, que siempre le favorece única y exclusivamente a él, y viendo la imagen que tengo delante me invade el ansia de que al fin dejemos las riendas a ellas, las veo lavar a sus hijos, nietos o sobrinos con esa atención, con esa delicadeza, e imagino que ellas si, ellas puedan crear un mundo más justo, más atento con el débil, más preocupado por los demás. Y pienso en las que ahora tienen un grado de responsabilidad en los gobiernos, y me entristezco porque en su mayoría no son más que mujeres hechas de material de hombre, porque no tienen otra posibilidad de ascender que no sea si se comportan como hombre. Y me asaltan las ganas de pegar empujones hacia todos aquellos que han organizado el cotarro así, venga, vete de ahí, venga, levántate de ese asiento viejo casposo, vete de aquí ya joven engominado, levántate y corre, lameculos, dejad paso a otra forma de entender la vida. Dejad paso a gente que trate dignamente a las personas. Dejad paso a vuestras mujeres.
 
 

viernes, 25 de octubre de 2013

La Frontera


-          Qué buena tarde se ha quedado, ¿no, Eugenio?

-          Si, muy buena – dijo, levantando la mirada al Lago Petén, y volviendo a dirigirla a su libro.

-          No has ido a jugar el partido de futbol hoy, ¿no?

-          No, no me apetecía, Robert.

Dejó pasar unos segundos, admirando el paisaje, escuchando el lago silencioso que tenía enfrente, un silencio tan profundo que podía oírse. Empezaban a sonar los sapos, que, pocos minutos más tarde, cuando anocheciera del todo, comenzarían su concierto de cada día.

-          No te preocupes, Eugenio, seguro que lo consigue. El año pasado lo intentaron dos amigos míos, y lograron llegar allí.  

-          Sí, claro. Igual que Ernesto, ¿no? Quedó sin fuerzas después de meses cruzando México, nadie le ayudó cuando no pudo más, y ahora supongo que estará descansando su vida en el desierto de Sonora, comido por los bichos, solo y sin nadie que se ocupe de su cadáver –dijo del tirón, como soltando algo que le carcomía - Robert, no quiero que mi hermana pase por eso – le dijo, fijando sus ojos brillantes en el.

-          No podías hacer nada, ha sido su elección, Eugenio. Aquí no podía continuar, no quería, ella me lo dijo, no tenía novio, no tenía trabajo, tenía dos hijos a los que no podía mantener. Pensaba que su única opción era cruzar a Estados Unidos. Algunos lo consiguen, piensa eso, algunos lo logran.

-          ¿Por qué somos nosotros los que tenemos que irnos allí, Robert? Mira a tu alrededor, aquí en El Remate, teóricamente tenemos de todo, este pedazo de lago, la selva a dos pasos, un clima espectacular, ¿por qué tenemos que emigrar hacia otros países, si yo quiero estar aquí? Aquí está nuestra familia, nuestra casa, nuestra tierra…

-          Uff, pues no se –dijo, mirando al horizonte – o realmente sí que lo sé. Aquí tenemos los recursos, pero ¿sabes de qué país es la empresa que gestiona el suministro eléctrico, y que nos deja día sí y día también sin luz? ¿sabes de qué país es la empresa que viene a cortar los árboles de nuestros bosques? ¿sabes de dónde es la principal empresa extractora de petróleo de aquí? ¿sabes de qué país es la empresa que explota nuestras minas? En esos y en muchos más casos, en ninguno de ellos es guatemalteca. Estamos vendidos, Eugenio, por eso tenemos que ir al comprador a pedirle limosna.

Eugenio quedó en silencio, como resignado, como dándole la razón, y sin poder rebatir lo que decía. Levantó la cabeza de nuevo para dirigir la vista al lago. Robert echó un vistazo a Eugenio, intentando adivinar qué libro estaba leyendo.

-          ¿Qué lees? – le preguntó, interesado, al no poder adivinar qué era lo que leía.

-          Los Derechos Humanos – dijo, volviendo a bajar la vista al libro.
 
 
 
 

miércoles, 23 de octubre de 2013

Por las calles de Bamako (suena una sirena...)


Bamako es como un pueblo enorme, sin fin, extendido en una gran superficie.  No hay muchos edificios grandes, sólo alguna avenida por la que pasan miles de coches en un mar caótico propio de las capitales de países como este. Apenas hay calles asfaltadas, la gran mayoría son de albero, o de tierra rojiza, la tierra de África, con casas a sus lados ya sean de adobe, de madera, de piedra o de ladrillo, pero todas bajas, de no más de un piso. La mayoría de calles están repletas de gente que hacen su vida allí, yendo de un lado a otro con su andar parsimonioso, tranquilo, sosegado, sin mover ninguna parte del cuerpo que no sea realmente necesaria. Están llenas de niños, que corren, gritan, nos dan la bienvenida o se meten con nosotros, “tubabu!” (blancos) nos dicen, por allá donde vamos.  Al ser la cuna de la música maliense, de la que salieron gente como Ali Farka Touré, el blanquito Salif Keita, los cieguitos Amadou y Marian, o Habib Koité, o la más reciente Rokia Traoré, el sonido y el ritmo están tan metidos en su ADN que en cualquier calle hay montado un pifostio con música, en la que la cara te cambia, se te dibuja una sonrisa sin darte cuenta, y te quedas completamente embobado admirando el improvisado espectáculo. Un montón de niños cantando a coro, o algunas mujeres bailando con una coordinación increíble que nosotros nunca llegaremos a alcanzar, bailando con todo el cuerpo a la vez, y no con las partes del mismo, como hacemos nosotros. Todo en un cuadro como de dibujos animados, resultado de la conjunción de colores que llevan encima. Y es que en cada rincón estás viendo arte. En cada rincón estás viendo vida. Y acabas preguntándote ¿qué pasará cuando llegue la Wii? ¿Se vaciarán las calles entonces? Y te miras en tu interior, en tu ciencia y tu conciencia, y pides porque la tecnología no llegue nunca, pides porque divertirse continúe siendo tan fácil, pides porque sólo sea necesario estar mucha gente junta para poder hablar, reír y bailar.
 

lunes, 21 de octubre de 2013

La ducha


Llega la noche a Calcuta, y unos cuantos conductores de rickshaws deciden poner fin a un duro día de trabajo transportando a gente y mercancías, corriendo de un lado a otro, bajo la lluvia, bajo el sol, bajo la noche, descalzos, tirando de sus carros como si de mulas se tratasen. El calor es asfixiante, la humedad siempre es máxima, el sudor empapa cuerpos y ropas, telas y vestidos, saris y pañuelos. Antes de ir a pasar la noche en su casa, es decir, en el propio rickshaw en el que dormirán, deciden limpiarse del día, quitarse impurezas procedentes de una jornada interminable esquivando, autobuses, taxis, burros y personas. Para ello hacen lo de siempre, llegan a la estación de tren, cruzan las vías, sortean por el camino a los numerosos perros y cuervos, a alguna vaca, a la basura y excrementos depositados en estas y, en una de ellas, detectan una tubería por donde se escapa el agua. Este es el lugar. Se lavarán relajadamente mientras conversan sobre las anécdotas que le ha deparado el día. La ducha perfecta. Mañana será otro día. Probablemente el mismo.
 

viernes, 18 de octubre de 2013

La Perfección


Está amaneciendo, nublado, lluvioso, pero una lluvia fina, pequeña, que moja el suelo pero no lo empapa. El ambiente parece azulado blancuzco, o blanco azulado, a medida que va apareciendo la luz. Espero una cola pequeña. A esta primera hora de la mañana aún no han abierto, aún no hay mucha gente, no tanta como la que habrá dentro de unos pocos minutos. Estoy nervioso, voy a ver un lugar, según dicen por ahí, único, una maravilla del mundo, hecha por el hombre, por muchos hombres, a las órdenes del emperador mogol Shah Jahan en honor a su esposa favorita, Arjumand Bano Begum, más conocida como Mumtaz Mahal, que murió en el parto de su decimocuarta hija. Según cuenta la leyenda, una vez terminada la obra, el emperador ordenó cortar las manos del arquitecto principal, para que no se le ocurriera construir algo parecido en ningún otro lugar, así como de los principales obreros. Llega mi turno, paso por un pasillo, acabo en una especie de arquito, miro hacia abajo para no tropezar con los escalones que tengo delante hasta llegar arriba, paso una especie de  sala oscura y de repente, subo la cabeza de nuevo y ahí está,  al fondo, el Taj Mahal. No respiro. No puedo, aunque tengo la boca abierta. Veo mucho, demasiado, pero no puedo cerrar los ojos. Maravilloso. Tras unos minutos en los que no sé qué decir, por fin comienzo a respirar, empiezo a parpadear, y me pongo a pensar en los que construyeron esto. Supongo que en esa época no había  muchas medidas de seguridad para los albañiles, supongo que además de a los que les cortaron las manos, muchos murieron o se lesionaron para siempre algún miembro trabajando en esto. Desgraciadamente nunca pudieron llegar a ser conscientes de la maravilla que acababan de terminar. O quizá sí, quizás se sumaron al ciclo de las reencarnaciones y hoy han pisado de nuevo este mausoleo perfecto, junto conmigo, esta construcción magnífica, que atrapa, que atrae, de la que no puedes apartar tu mirada, como si fuese aquello  más bello que conozcas.  No podrás irte, ni desviar la vista hacia ningún otro sitio. Querrás verla, acercarte, bordearla, tocarla para comprobar que es real, admirarla desde este punto de aquí, desde el de más allá, verla con lluvia, con nubes, con sol, de noche. Querrás verla solo, o acompañado. Querrás verla, simplemente. Querrás verla siempre. Pero el día terminará, cerrarán las puertas, y tú tendrás que volver al mundo feo, tendrás que dejar ese lugar, sabiendo que has tenido la oportunidad de habitar la perfección, al menos durante un día, y que esa perfección, por una vez, al fin, la construyó el propio hombre con sus manos.

 
 

miércoles, 16 de octubre de 2013

El Abuelo


Hoy Rosalinda está ilusionada, tiene una cita. Tiene unos quince años y ha quedado para ver un partido de beisbol con su nuevo novio, Edgar. Pero tiene un problema, ¿con quién dejará a su hija? Hace dos años se quedó embarazada de otro novio que tuvo, y que la dejó tirada. Ahora recupera la ilusión con Edgar, y queda con él en el descampado de enfrente de su casa, donde tiene lugar el partido. Tras la experiencia fallida con su viejo amor, volvió a casa de sus padres, donde duermen hasta once personas en una casa de madera de menos de 40 metros cuadrados, así que se da cuenta que no hay problema, que puede pedirle a su abuelo que se ocupe de la niña durante el día de hoy. Y el abuelo queda encantado. Nunca necesitará una niñera, pues  él se sentará en su silla de plástico, se echará a su nieta encima, y se quedará la tarde en la puerta de su casa, hablando con su vecino de toda la vida, viendo el partido de beisbol desde la distancia, maravillándose de la juventud que tiene enfrente, recordando cómo han cambiado las cosas, recordando aquellos momentos en los que, treinta años atrás, ambos pensaron que no habría futuro, que la Contra lograría hacerse con el control de Nicaragua, que de nuevo gobernarían los secuaces de Somoza y ellos serían ejecutados sin juicio. Y es que ayer no creyó que hubiera mañana. Hoy, lo tiene en su regazo. Así que se quita la camiseta, se descalza los pies, y simplemente disfruta del tiempo, de la compañía, y del futuro que lograron.

lunes, 14 de octubre de 2013

Rihad


Deja de disimular con la cámara, chaval. Estoy notando que intentas hacerme una foto desde hace un rato, haciendo como que fotografías el fondo, aunque realmente a quién quieres fotografiar es a mí, aquí, en mi terreno, en Mulay Idris, esta ciudad sagrada marroquí, justo en este día en el que he completado mi quinta visita al Mausoleo que me libera de ir hasta la Meca. Te voy a enseñar algo, hijo, mírame bien, enfócame bien, yo, Rihad, me levanto temprano para trabajar, como haces tú; como y bebo como tú; voy al mercado a comprar, como harás tu; me río y disfruto con familiares y amigos, como seguramente haces tú; lloro y me enfado por las mismas cosas que tu, cuando estoy triste o cuando alguien me decepciona; me gano la vida como puedo, supongo que como tu; entonces, ¿por qué estamos separados si hacemos lo mismo? ¿Por qué, si la vida consiste en las mismas cosas? ¿Por qué nuestros mundos están enfrentados? ¿Simplemente porque al que nosotros adoramos se llama Alá y al que vosotros adoráis se llama Dios? Pues te voy a decir un secreto, Alá significa Dios. Así que, ¿y si es lo mismo lo que adoramos? ¿Podemos dejar de dispararnos? Venga, hazme la foto, que yo posaré para ti lleno de orgullo, contento aunque tenga esta  expresión seria, dura, que la vida me ha obligado a adoptar. Años de trabajo en el campo, despertándome muy temprano, acostándome muy tarde, dando de comer a tantos hijos, manteniendo mis cinco oraciones diarias, cumpliendo el Ramadán que hoy finaliza. Estoy en equilibrio con el mundo, con mi mundo y con el vuestro. Hazme la foto ya, y sellemos la paz entre nuestras civilizaciones.
 
 

jueves, 10 de octubre de 2013

La presidenta


Pongo el pie en tierra, tras bajar de una “pinaza”, como llaman aquí a estas barquitas pequeñas, y nada más hacerlo, una cantidad ingente de niños se nos acerca. Vienen a saludarnos, “bonjour!” gritan desde lo lejos, “bonjour!” como si les fuese la vida en ello, “cadeaux, cadeaux”, quieren que le demos un regalo. El paisaje es incomparable, el río Níger lo dejo atrás, silencioso, sin grandes corrientes, pensativo, expectante. Delante de mí tengo el horizonte infinito, precedido por este pueblito, Segoukoro. Me siento una persona famosa, un actor de Hollywood, un deportista de élite, que atrae a las masas, solo que con el único mérito de haber nacido blanco, de ser un  viajero en Malí, alguien que viene de fuera, que es a donde precisamente muchos adultos de este poblado anhelan llegar. Piso calles de tierra, veo casas de adobe, mujeres bellísimas vestidas con telas de colores imposibles que les quedan perfectas, niños con caras de alegría e ilusión, con caras de preguntarse ¿Quién es este tipo que no tiene la piel como yo? ¿Por qué ha venido hasta aquí? Miro a un lado y me entra rabia, ¿por qué yo puedo venir aquí con total facilidad, y ellos no pueden venir a España? ¿Qué diferencia hay entre nosotros? ¿Por qué esta niña no para de mirarme? ¿Por qué su imagen ha quedado grabada en mi cabeza para siempre? ¿Por qué el mundo no lo dominan los niños? ¿Por qué esta niña no es la presidenta? ¿Por qué?

martes, 8 de octubre de 2013

Ser o no ser

Una vez creí ser Aragorn, hijo de Arathorn, cuando en realidad era Sancho, compañero de un hidalgo soñador de triste figura. Andando por los campos de Castilla, miré mis manos, miré mis pies, y me di cuenta de que no andaba, empezaba a volar, me alargaba y me transformaba en algo blanco, una especie de muñeco de peluche alargado, achuchable, y sabía que mi nombre era Fujur. Así que empecé a subir, empecé a elevarme, empecé a mirar hacia abajo y a verlo todo cada vez más pequeño, subí las diferentes capas de la Tierra, hasta llegar a un punto en que me empecé a acojonar, el vuelo cada vez era más lento, perdía mis capacidades motoras, me miré hacia abajo, y a lo que antes era un cuerpo blanco, alargado, un peluche gigante volador, le empezaba a salir manos y piernas, y una gran panza. Oh dios mío, no era ya un ser fantástico volador, sino un caradura indomable, me sabía de nuevo hasta mi nombre, era Ignatius J. Reilly, y empezaba a caer en picado,  mientras me preguntaba qué demonios estaba haciendo en esas alturas si justamente a esa hora (eran sobre las ocho de la tarde) debería estar despertándome de la siesta, después de un duro día de descanso. Caía y caía, oteaba el fin de mis días, pasaban las capas de la Tierra, me iba haciendo a la idea de que iba a tener un final infeliz, cuando lo que se iba apareciendo ante  mis ojos era un  campo en llamas, varios carros de combate frente a frente, antes de llegar al suelo alguien me tira una espada, me miro de nuevo las manos y los pies y soy un hombre atlético, capaz de amortiguar el golpe con el suelo. Si, soy Alatriste, estoy en los tercios de Flandes, esto es una batalla, ¿pero qué hago aquí? Esquivo a uno que quiere clavarme su afilado cuchillo por la espalda, me giro y resulta que soy un experto espadachín, me dirijo a ensartarle mi espada en su estómago, y cuando estoy a un milímetro de su cuerpo mi espada ya no es una espada, es una pluma,  mi oponente no es un hombre, es un folio en blanco, el escenario no es ningún campo de batalla, es un despacho, una mesa, una luz tenue, una ventana al fondo. Y resulta que no soy Alatriste, mi aspecto es totalmente de Paul Auster. Y al final, escribo sobre mí.
 
 
 
 

sábado, 5 de octubre de 2013

Nelson y Emelys


-          Hola, ¿y tú cómo te llamas?

-          Yo me llamo Emelys, ¿y vos?

-          Yo soy Nelson, ¿qué hace una chica como tú en un bordillo como este?

-          Pues aquí, viendo a la gente pasar. ¿No has visto a esos blanquitos que han andado por aquí? Tenían unos aparatos extraños con los que me apuntaban, y salía una luz de ellos.

-          ¡Anda, Emelys! ¿No sabes lo que es eso? ¡Son cámaras de fotos! Te apuntan a ti y luego pueden verte a ti, o al pueblito, cuando lleguen a su casa.

-          ¿Y para qué querrían verme a mí cuando lleguen a su casa, o para qué querrían ver   Ometepe?

-          Emelys, tienes que aprender más de la vida, no puedes estar todo el día aquí, mirando a la gente pasar, y no preguntarte cosas. Esta gente son pobres. Al parecer, allí de donde vienen no tienen la naturaleza que tenemos aquí, se la han comido con asfalto y  tampoco tienen tiempo, se lo han robado en sus trabajos, y tienen que ir siempre corriendo de un lado a otro. Envidian nuestra tranquilidad, nuestro paso lento y la posibilidad de tener  aire puro y paisajes inolvidables. Intentan con esas fotos robarnos todas esas cosas, pero no comprenden que por mucho que nos apunten, por mucho que se lleven en esos aparatos imágenes nuestras y de los lugares donde estuvieron, nunca podrán llevárselas realmente, y llegarán a sus lugares de orígenes y volverán a tener paisajes de metal, y volverán a correr de un lado a otro, y volverán a no tener tiempo ni de sentarse en un bordillo, como estamos haciendo tu y yo, y, simplemente, ver la vida pasar.

-          Ah. Oh, Nelson, pobrecitos, ¿no?
 

viernes, 4 de octubre de 2013

Mi primera entrada, chispas.

Esto es una prueba. Si usted está leyendo esto, no le haga mucho caso. Hágale el mismo caso que le haría a esa conversación en la que sueles mover la cabeza afirmativamente, con expresión de auténtico interés, cuando en realidad tu y yo sabemos que lo que te están contando te importa una puta mierda.