lunes, 14 de agosto de 2017

Cese temporal de mi actividad escrita



Porque crecí sin saber, y luego viví y aprendí, y luego leí y aprendí más, y luego viajé y aprendí mucho más, y luego pasé por fracasos de todo tipo con los que aprendí más aún; porque eso me llevó del desconocimiento a la incomprensión, luego a la indignación ante la injusticia, más tarde a la protesta y denuncia por intentar arreglarlo, y luego a la resignación ante lo imposible; porque esas etapas me hicieron sentir la necesidad de compartir al resto lo aprendido, convencido de estar más cerca de la verdad que cuando no sabía nada, e ilusionado porque quizás pudiese proporcionar a alguien la luz que otros mediante sus libros, palabras y experiencias me proporcionaron a mí; porque me he dado cuenta que es imposible que el cambio mental venga de fuera, y menos aún que yo lo provoque, sino que éste procede de un camino lector y vital de cada uno; porque creo que estas redes sociales de lo efímero tienen una temática que a mí no me gusta y un posible final cada vez más cercano; porque esta sociedad lleva a que la única pregunta que interese a la gente sea “¿cuánto cuesta esto?”, y esa pregunta y su respuesta a mí no me interesan en absoluto; porque hablo a un mundo distinto al de mi cabeza;  porque las palabras se las lleva el viento, pero lo escrito no; porque escribir requiere un esfuerzo sobrehumano, sin ningún tipo de recompensa; porque deja el cuerpo y la mente como una esponja cuando la exprimes y se queda sin una gota de agua en su interior; porque requiere mucho tiempo, y todo lo que le cedo a las letras lo pierdo de otras facetas importantes de la vida; porque tras cuatro años, dos libros y cientos de artículos me encuentro en el mismo punto que cuando empecé, y quizás eso sea una señal; porque puede ser que ya lo haya dicho todo y mi cabeza no produzca nada más; porque no quiero seguir abusando de familia y amigos dándoles la turra escritora; porque hay mucho ruido en esta habitación, y las palabras no se oyen; porque la masa ahoga y me hace sentir dispensable; porque nada importa cuando hay fútbol en la tele o política en el bar; porque la ambición del escritor es peligrosa y sentir que escribo sin ser leído es como hablar sin ser escuchado y eso cansa; porque a la vez, provoca adicción, y no quiero depender de las redes como una necesidad; y porque me apetece.

Por todo ello y por un poco más, anuncio, sin drama, el cese temporal de mi actividad escrita. Porque eso ya lo hizo ETA, y Michael Jordan, y la Infanta Elena y Marichalar, en sus respectivos ámbitos. No sé cuánto durará, no sé si será para siempre. No tendría necesidad de comunicarlo públicamente, claro, de dedicar un post a esto, pero como suelo ver las vidas como libros, y la propia como una novela, de alguna manera entiendo éste como el capítulo final de la mía (en lo referente a escribir, no os asustéis). Me voy por tanto con Ernesto, con Roberto y con Juan a Mi Mundo Descalzo, y a charlar con Yin y Yan de lo divino y de lo humano, y a buscar a Laura y a Nuria y a Edith y a Alba. Dejaré de escribir en redes sociales y sólo mantendré, como un chaleco salvavidas éste, mi blog, por si alguna vez el mono es demasiado fuerte como para reprimirlo.

Y nada más, quería comunicaros eso. Fue un placer. Sólo desearos que seáis felices, leáis mucho y viajéis lejos.

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