Una de
las definiciones de la RAE sobre la palabra “arte” dice que es la manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros. Nos asegura esta institución que
sólo nosotros podemos hacer arte. Yo voy a discrepar con ella, pues también la
naturaleza lo hace, continuamente, en cada una de sus expresiones vegetales o
animales. Y así me lo mostró una cebra cuando simplemente me miró a los ojos.
Una vez me dijeron que viajaba en el espacio, pero yo sabía que viajé en el tiempo. Observé calles de mi infancia, sin asfaltar, burros, autobuses antiguos, coches de cuando era pequeño, casas de un solo piso, desgastadas, que encerraban mucha historia, no vi televisiones, ni móviles, ni nada que oliese a tecnológico, vi gente con ropas que no estaban a la moda, vi gente descalza. Y se podía estar. A gustito. Y me quedé para siempre en ese mundo más fácil, en ese mundo descalzo.
miércoles, 27 de septiembre de 2017
martes, 5 de septiembre de 2017
Incongruencias
Me encantan los
animales pero estoy a favor de las corridas de toros y las demás fiestas
populares en las que se ridiculiza cualquier animal; me flipan los leones,
elefantes y rinocerontes, y me gustan tanto que cuando los veo el cuerpo me
pide pegarles un tiro y cargármelos y poner su cabeza colgada en cualquiera de
mis paredes; me encanta la paz pero no presto atención a quién vende armas
porque la responsabilidad estará en quien aprieta el gatillo; me muero de pena
por los inmigrantes y refugiados pero yo no tengo la culpa de que en sus países
se viva mal y algo estaremos haciendo bien para que quieran venir a los
nuestros; me indigno porque las condiciones de los trabajadores sean cada vez peores pero
ataco indiscriminadamente a los colectivos que los defienden porque hay que dar
libertad al empresario para que algo de su dinero y trabajo nos caiga al resto;
no tengo un duro, ni trabajo estable, pero apoyo a los partidos que favorecen
la diferencia entre personas, sueldos y niveles de vida pues sus datos
macroeconómicos me convencen de que eso es lo mejor para el país, para mi
familia y para mí; soy tremendamente religioso y creyente de mi dios, pero
estoy absolutamente en contra de los que son tremendamente religiosos y
creyentes de otro dios; me parece bien que cada uno quiera a quien quiera, pero
que no se besen dos hombres o dos mujeres delante de mí; me gustaría que todo
el mundo tuviese al menos lo mínimo para sobrevivir, pero no soporto a los que
me dicen que defienden que todo el mundo tenga al menos lo mínimo para
sobrevivir; estoy todo el día enganchado al móvil, y al ordenador, y al ipad,
pero no puedo comprender por qué mi hijo no lee nunca; mi ciudad es la mejor
del mundo, aunque realmente no he salido mucho de mi ciudad.
Un porcentaje
elevadísimo de la gente que lea esto estará de acuerdo con cada una de las afirmaciones
que aquí expongo y esa es posiblemente la razón por la que resulta imposible
cambiar las cosas y por la que la juventud vivirá siempre arrastrando las
incongruencias de la adultez. Pero al recurso de dejar de luchar porque algo es
utópico no se llega porque nos demos cuenta de que es imposible, sino porque
con lo que choca realmente es con nuestras incongruencias. Y esas mejor no
tocarlas, ¿no?
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