miércoles, 8 de febrero de 2017

El valor de los libros



Aprendí la importancia de la amistad leyendo Los tres mosqueteros o El señor de los anillos; aprendí el poder de la imaginación con esas obras maestras, y con las Crónicas y Leyendas de la Dragonlance, y con El temor de un hombre sabio; aprendí a conocer el mundo y relativizar mis problemas leyendo a Kapuscinsky o a Claudio Magris o viendo los mapas de National Geographic en los que aparecían todos los lugares del mundo estudiados al detalle que un día decidí que pisaría; aprendí que la vida es mucho más difícil de lo que yo pueda imaginar leyendo a Ayaan Hirsi Ali y su Mi vida, mi libertad o a Aminata Traoré y su Violación del imaginario; aprendí sobre África leyendo a Conrad y  a Javier Reverte, y sobre la India leyendo a Javier Moro y Álvaro Enterría y Ramiro Calle, y sobre Camboya leyendo a Kiernan, y sobre el mundo árabe y bereber y el desierto leyendo a Wilfred Thesiger, y sobre Filipinas leyendo a Rizal, y sobre el mundo en general con Los viajes de Júpiter de Ted Simon; aprendí a aislarme de él con Hacia Rutas Salvajes de Jon Krakauer y con Thoreau y su Walden; aprendí que no somos muy distintos a los animales leyendo a Jack London; aprendí el poder de los sentidos con Patrick Suskind y su El Perfume; aprendí que sería posible otro mundo, y que eso ya se pensó hace 500 años con Utopía, de Tomás Moro; aprendí que la vida normal y cotidiana, sin aparentes sobresaltos, puede parecer extraordinaria de la mano de Paul Auster, Richard Ford, Jonathan Franzen o Philip Roth; aprendí cómo respondería el ser humano a sucesos impensables y sus consecuencias en mundos reales con Saramago; aprendí sobre prehistoria con Jean M. Auel y su saga del Clan del Oso Cavernario; aprendí sobre historia de otros países con Dumas, Victor Hugo, Flaubert, Tolstoi, Dostoievski y Dickens y con libros como Treblinka; aprendí de mi historia con Almudena Grandes o con Josep Pla, o incluso con Pérez Reverte; aprendí sobre el futuro con Asimov, Ursula K. Le Guin, Stanislaw Lem, Orwell, Huxley y Mc Carthy; aprendí la suciedad de la vida y el ser humano con Céline, Henry Miller, Bukowsky o Hubert Selby Jr; aprendí que hasta lo más reprobable podría ser contado con hermosura con Nabokov; aprendí que la tristeza ahoga con Murakami; aprendí que la reflexión engrandece con Galeano, Benedetti, Herman Hesse, Bertrand Russell o Nietsche; aprendí que uno puede engancharse a la lectura con un best seller como Los pilares de la Tierra, y que incluso puede llorar con uno de ellos como Cometas en el cielo de Khaled Hosseini; aprendí que el interior del escritor y del ser humano en general es insondable, y a saber qué es el agua, leyendo a Joyce y a Foster Wallace; aprendí a dialogar y a que cada pequeña circunstancia puede ser motivo de una buena reflexión leyendo a Oscar Wilde; aprendí de evolución leyendo a Darwin, a Richard Dawking y a Stephen J.Gould, del universo leyendo a Hawking, de antropología y arqueología leyendo a Juan Luis Arsuaga. Aprendí sobre el amor y sobre el odio en todos y cada uno de ellos.

¿Cómo se refleja en un curriculum las cosas tan importantes de la vida que he aprendido leyendo? ¿Cómo obviar esta parte que me ha proporcionado muchísima más experiencia y sabiduría que lo que mis cursos, licenciaturas y trabajos anteriores me han dado?