viernes, 13 de mayo de 2022

Potencialidad

Tengo la impresión de que la evolución, dios, el espaguetti volador o quien demonios sea que nos trajo al mundo, nos dio la oportunidad, a diferencia del resto de especies del planeta, de hacernos conscientes de la vida para entender el sentido de la misma, pero que nosotros hemos desaprovechado esa oportunidad y andamos dedicando el tiempo a explotar recursos para fabricar cosas que luego compramos aunque no las  necesitemos realmente y que nos mantendrán la mayor parte del tiempo alejados del razonamiento y la reflexión que nos llevaría a acercarnos a solucionar las grandes incógnitas de la vida. Tantas necesidades nos han metido en la cabeza que requieren tanto tiempo de dedicación al trabajo para conseguir el dinero que cuesta cubrirlas que no tenemos ni un segundo para pensar sin ningún motivo más allá que pensar porque sí, porque cuando terminamos el día agotados de realizar todas nuestras obligaciones y nuestros limitadísimos tiempos de ocio lo último que queremos hacer es pensar. 

El sistema que hemos creado tiene su propio mecanismo para evitar que pensemos en si ese sistema nos hace bien o no. Nunca llegamos a conocer las respuestas a las preguntas trascendentales porque sólo unos pocos habitantes del planeta pueden permitirse el tiempo necesario para planteárselas, y esas personas tienen que hacerse un hueco para que su voz sea escuchada en un mar multimillonario de personas que están a otras cosas y no pueden dedicarse a ceder tiempo a lo (aparentemente) inútil.

Imagina que no fuese así, imagina que toda la potencialidad consciente existente pudiese ser invertida en conocer las respuestas a las grandes preguntas de la Humanidad, imagina que 7500 millones de personas tuviesen tiempo para algo más que trabajar para tener dinero para comprarse cosas y pudiesen reflexionar sobre quienes somos, de dónde venimos y a dónde vamos. ¿No lo resolveríamos? ¿No nos llevaría eso a una sociedad mejor? ¿No sería esa razón suficiente para replantearnos nuestro modo de vida?

Lo malo del sistema actual es que ocupa a muchísima gente en cosas demasiado (aparentemente) útiles y deja vacía el apartado de cosas  (aparentemente) inútiles. ¿Cuánto arte inimaginable, completamente distinto al actual, sorprendente, innovador y que nos llevaría a realidades distintas aparecería si toda esa potencialidad de la que hablaba antes pudiese disponer de tiempo para realizarlo? ¿Cuánta creatividad y arte y cultura y nuevas formas de hacer las cosas queda escondida dentro de técnicos, informáticas, secretarios, administrativas, vendedores de seguros, dependientas, amos de casa, desempleadas y demás profesiones del mundo que nunca dispondrán de tiempo para expresar y difundir sus ideas y su arte? ¿Cuánto tardaríamos en llegar a un mundo más justo si toda esa potencialidad pudiese expresarse?




lunes, 2 de agosto de 2021

Inmigrantes

 

—Los inmigrantes vienen a quitarnos el trabajo a los españoles.

—Pero si suelen hacer el trabajo que no quieren hacer los españoles.

—Bueno, pero vienen aquí a delinquir.

—Pero si hay más delincuentes españoles que inmigrantes.

—¡Eso no es así! ¡He leído que en proporción los inmigrantes delinquen más!

—Porque en proporción los inmigrantes tienen menos recursos, y cuando la gente no tiene recursos, sea inmigrante o no, se ve más obligado a delinquir que alguien con recursos.

—Sí, claro…¡y se les da una paga y una casa al llegar y a los españoles nada!

—Eso no es cierto. Y además, si lo fuese, ¿no hemos quedado en que si vienen sin nada y no les ayudamos se verán obligados a delinquir para comer?

—Bueno, pero lo que no entiendo es por qué no pueden venir con su contrato de trabajo…

—Porque la urgencia de comer es más grande que la obligación de rellenar papeles. ¿No intentarías irte de un país en el que no se cumplen los derechos humanos más básicos?

—Sí, pero lo haría legalmente.

—¿Cómo hacerlo legalmente si el país del que procedieras estuviera en guerra o no ofreciese ningún servicio público de atención al ciudadano para esos trámites, o los ofreciese con una precariedad, a unos precios y con una lentitud brutal?

—Lo que no puede ser es que invadan el país…

—¿Cómo se invade un país sin llevar nada encima?

—A ver…¡que no pueden venir tantos a la vez!

—¿Y qué hacer con ellos? ¿Dejarlos ahogarse en el Estrecho?

—No me vengas con esa demagogia, tía… Que lo hagan bien desde el principio y así no tenemos que salvarlos en el Estrecho. Además, ¿no sabes que eso es cosa de Soros?

—¿Soros quiere salvar a las personas? ¿Pues entonces eso es bueno, no?

—Soros quiere crear inestabilidad política mundial. No hace nada que no le suponga beneficios.

—No como ahora, que hay una estabilidad política brutal. Y no como el resto de millonarios, que hacen sólo cosas por amor al arte.

—Illa, es imposible hablar contigo, no cedes nunca.

—Tío, te conozco de toda la vida, desde que eras pequeño. Eres muy buena persona, estoy seguro que si vieses a alguien sufriendo en la calle le ayudarías, si alguien necesitase ayuda ahí estarías tú. Eres atento con tu familia y amigos, eres alegre y tratas bien a los desconocidos, no te he visto nunca faltarle al respeto a nadie. Y además eres religioso, crees en Dios y todas esas cosas de la bondad y la maldad. ¿Por qué cojones defiendes con tus palabras en conversaciones o en tus redes sociales que no podamos acoger a la gente que más sufre en el mundo si tú, si vieses a alguien sufriendo, le ayudarías? ¿No te das cuenta que estás absorbiendo una maldad que no te corresponde? ¿No ves que alguien te está haciendo enfadar con un colectivo, el inmigrante, que mayoritariamente no tienen donde caerse muerto? ¿No te das cuenta de que cada vez que defiendes estas cosas te haces más distinto a aquel Dios en el que crees?

—…

—…

—….

—….

—… ¿Paseamos?




sábado, 31 de julio de 2021

El secreto de la vida

 

La mejor manera de hacer a la gente libre es acostumbrarles, desde que nacen, a tener poco. La responsabilidad de los padres se torna brutal en eso, y la buena intención de que a nuestros niños no les falte de nada en realidad lo que consigue es que el niño quede atado y bien atado a este sistema cada vez más extremo, éste que nos genera presiones y ansiedades tan grandes porque nunca nos deja satisfechos con lo que alcanzamos, éste que nos obliga a trabajar sin descanso durante toda la vida para adquirir las cosas superfluas a las que nos han acostumbrado desde siempre.

¿Y si nunca hubieses visto desde pequeño que el coche lo aparcaban en un parking privado? ¿Y si no hubieses crecido pensando que para aparcar no hace falta invertir nada de tiempo? ¿Y si no hubieses estado apuntado a un club con piscina desde pequeño? ¿Y si no hubieses sido  educado en un colegio privado? ¿Y si no hubieses veraneado en casas u hoteles de precios altos desde pequeño? ¿Y si no hubieses crecido comiendo muchas veces en restaurantes? ¿Y si no te hubiesen comprado tanta ropa desde chico? ¿Y si no hubieses sido criado con capazos nuevos, con sillitas nuevas, con baños nuevos? ¿Y si no hubieses tenido desde que naciste aire acondicionado en verano o calefacción centralizada en invierno? ¿Y si hubieses sentido frío en invierno y calor en verano, en lugar de al revés? ¿Y si no te hubiesen puesto comidas distintas cada día, y otra comida si la que te ponían no te gustaba? ¿Y si no hubieses tenido jamón, o langostinos, o filetones de ternera, o todo tipo de galletas y dulces cuando te daba la gana?

¿No habrías vivido igual, pues la risa y la diversión no está en esas cosas sino en con quien te juntas y en la capacidad de aprender cosas nuevas que tengas, pero además hoy serías más libre porque no necesitarías tanto todas esas cosas a las que te has acostumbrado y por tanto no tendrías la necesidad tan grande de trabajar tanto para tener el dinero necesario para tener todas esas cosas a las que ya no puedes desacostumbrarte? ¿No serías más libre para decidir lo que haces, ya que tendrías más margen económico al no gastar tanto en lo superfluo? ¿No serías más libre de hacer lo que quieres, ya que tendrías más tiempo libre al no tener que trabajar tanto para comprar esas cosas? ¿No serías más libre (y con menos ansiedad) pues no tendrías el peso de creer que te mereces todas esas cosas y que si no las tienes es porque no te habrás esforzado lo suficiente?

Este sistema tan inteligente en el que nos hemos educado y que tan poquísimo se puede poner en duda porque si no te tachan de antitodo y de comunada ha relacionado el sentimiento de amor a nuestros hijos con la obligación de surtirles de TODO desde pequeños, y de esa forma lo único que logramos es crear nuevos esclavos que nos sustituirán a nosotros, también esclavos, en la rueda de la producción interminable de cosas y necesidades superfluas que serán producidas y compradas por nosotros y ellos hasta que sus hijos les tomen el relevo como ellos nos lo tomarán a nosotros.  Y así en una rueda interminable hasta que nosotros seamos ancianos y nos demos cuenta de la trampa en la que caímos pero ya será demasiado tarde para avisar a los niños, que serán lo suficientemente mayores para cambiar esos hábitos y sólo cuando lleguen a ancianos se darán cuenta también de la trampa en la que cayeron, pero ya será demasiado tarde también para sus hijos pues serán lo suficientemente mayores para cambiar sus hábitos, y sólo se darán cuenta, de nuevo, al llegar a ancianos, y así en una interminable sucesión de acontecimientos que mantendrá la rueda de la producción funcionando hasta que agotemos al planeta de recursos y a los cerebros de estrés.

Es más fácil. La vida es más fácil si la vives con las menos cosas posibles. Ese es el único secreto de la vida.




lunes, 19 de julio de 2021

El verano de mi vida

 

Éramos dos bandos: los buenos y los malos. Por supuesto, yo pertenecía a los buenos. Los malos siempre eran otros. Mi familia, mis amigos, eran también los buenos. Los malos eran quienes no eran mi familia ni mis amigos.

Los malos eran los otros, todos los otros. Los buenos, nosotros.

A los nosotros los trataba bien, y me preocupaba de lo que les pasaba. En los otros no pensaba casi nunca, a no ser que uno de nosotros hiciese algún comentario sobre ellos, y entonces yo me unía y los criticaba también. Nosotros éramos buenos, nobles, honrados, sinceros. Los otros eran aprovechados, egoístas, hipócritas, con actitudes perversas. Eran malos porque eran los otros. Hacían cosas chungas porque eran los otros. No necesitábamos más explicación: eran los otros. Nosotros hacíamos todo bien, los otros hacían todo mal.

Así me hice de los Lakers y los malos eran los Celtics. Me hice del Sevilla, y los malos eran del Betis. Era de España, y los malos eran catalanes o vascos. Crecí en un barrio de derechas, y los malos eran de izquierdas. Mi tele echaba series y películas de Estados Unidos y entonces Estados Unidos era nosotros y todo lo que Estados Unidos dijese que eran los otros, eran los otros para nosotros también. Los indios, los vietnamitas, los árabes, los extraterrestres, cualquiera. Ese país, además, nos enseñó a no ver a los otros sólo como malos, sino como malísimos. Seguramente los dibujos y películas de vaqueros o de superhéroes contribuyeron a entender esas lógicas: el que era malo era malo malísimo; el que era bueno era  bueno buenísimo.

Pero a veces la vida me situaba en territorios confusos. Por ejemplo, pasaba de curso y entraba en una clase nueva donde todos eran distintos a los del año anterior, todos eran los otros y por tanto malos, pero al poco tiempo los conocía y pasaban a ser también nosotros y por tanto buenos. Cosas como esta me hacían sospechar que nosotros era sólo un sinónimo de conocidos, y los otros de desconocidos, y que en función de eso nos catalogábamos a nosotros como buenos y a los otros como malos. Como eso era tan complicado de entender para mí, trataba de no pensar mucho en ello.

Empecé a crecer y a preocuparme por la pobreza, la desigualdad y la justicia social, pero como vivía en un barrio de derechas y todos los nosotros éramos de derechas y allí lo importante era la nación, la religión y el orden, mi cerebro solía silenciar mis nuevas reflexiones para no perturbar a mis nosotros.

Tenía amigos del Betis y eran buena gente pues se reían y me hacían reír. Eran nosotros, pero a la vez el Betis eran los otros, y eso me provocaba un choque mental de incomprensión, porque entonces ellos eran nosotros y los otros y eso no podía ser.

Conocí catalanes y vascos y vi que eran muy simpáticos, tanto como nosotros. Hacían chistes, jugaban con la ironía, pero ellos eran los otros, y los otros eran malos, así que ¿cómo podría yo recolocarlos en mi cerebro en el lugar en el que colocaba a los buenos, si eran los otros y por tanto malos?

Me percaté por primera vez de guerras de Estados Unidos contra otros países. Estados Unidos eran los buenos porque eran nosotros, pero la guerra era mala porque moría gente inocente. Y de nuevo hacía toc-toc la incomprensión, pues esa gente no era nosotros, sino los otros, y entonces no debería importarme. Pero lo cierto era que me importaban esos otros que morían injustamente. ¿Cómo podía importarme que muriesen los otros si los otros eran los malos? ¿Cómo podía rebelarme contra nosotros, si nosotros éramos los buenos?

Crecí y salí de mi barrio y conocí otras gentes distintas, de izquierdas esta vez, que eran los otros y por tanto malos, pero al hablar con ellos y conocer que se preocupaban más de las cosas que a mí más me importaban otra vez tenía en mi mente la confusión y dudaba sobre si quizás aunque fuesen los otros no eran tan malos, pues pensaban como yo realmente pensaba pero no me atrevía a admitir. ¿Qué me ocurría? ¿Por qué todo se me desmoronaba? ¿Por qué me dijeron que lo mío era nosotros, que lo otro eran los otros, que nosotros éramos buenos y los otros malos, si todo el mundo, mayoritariamente, parecía ser bueno cuando lo conocía?

Con el cerebro frito y el espíritu revuelto decidí ponerle solución. Un verano salí de mi barrio, de mi ciudad, de mi país, de mi continente y recalé en el país de los otros y comprobé que hacían lo mismo que nosotros: se despertaban, desayunaban, algunos con cara de malas pulgas, otros con ganas de charla. Iban a trabajar, la mayoría en cosas que no le interesaban en absoluto, algunos suertudos en trabajos atractivos. Tenían familias, reían con ellos, jugaban y quedaban con amigos. Hacían deporte, se bañaban en piscinas o ríos o mares, iban a bares, trataban de sobrevivir, de pasarlo bien, de ser agradables y empáticos con su alrededor, de ayudar en lo posible, ¡intentaban no hacer el mal!, ¡intentaban actuar bien! 

El verano de mi vida fue ése en el que descubrí que los otros también eran nosotros. Y desde entonces todo me resultó más fácil pues dejé de invertir energía en pensar mal de los desconocidos.




miércoles, 14 de julio de 2021

¿Es Cuba una dictadura?

 

Estuve en Cuba un mes, hace tres años, viajando por todo el país por mi cuenta, de forma mochilera, como siempre hago, con la dificultad que tiene Cuba para eso pues no tiene hostales o albergues y hay que quedarse en habitaciones que alquila la gente en sus casas, lo cual por otra parte está muy bien pues así tienes oportunidad de conocer a más cubanos y cubanas.


También he estado otros tantos meses en todos los países de Centroamérica comprendidos entre Venezuela y México, en varios de ellos varios meses, como Nicaragua y Guatemala. Y varios meses en países asiáticos (tres en India, uno en Camboya, otro en Filipinas, otro en Myanmar y Tailandia, medio mes en Turquía) y en otros países africanos (uno en Marruecos, otro en Malí y Senegal, medio mes en Mozambique y Sudáfrica). Y en muchos europeos, claro, pero eso ya es otro rollo totalmente distinto y que no tiene nada que ver con el tema. O sí.

Esto no da para ser un experto en Cuba, por supuesto, pero la experiencia de haber estado en muchos lugares distintos del mundo sí que me da algo de idea a la hora de comparar países. Así, cuando surge el tema trato algunas veces de explicar a mis conocidos qué pienso de Cuba y me centro, para ello, en buscar las diferencias entre este país y el resto de los de su entorno que conozco, y me fijo en los aspectos más llamativos para un viajero solitario y que viaja con bajo presupuesto y con mucho contacto con lo “oriundo” y que suelen ser más comunes y/o visibles, como son los relativos a la seguridad, a las drogas y el alcohol, a la pobreza y/o miseria y a la prostitución.


En prácticamente todas las capitales de los países centroamericanos y sudamericanos que he estado la sensación de inseguridad es muy alta. Tiendas vigiladas por vigilantes armados con metralletas que ciertamente impacta a los inocentes europeos que pisamos esas calles. Rejas grandes en todas las ventanas y comercios. Miradas sospechosas que en función de la hora del día te generan cierta incomodidad. Brutales problemas de alcoholismo principalmente de hombres y su delincuencia (y machismo) asociada. Diferencias enormes de sensación de seguridad cuando andas solo por sus calles una vez que cae la noche, en los que en cualquier momento al torcer una calle algo más oscura de la cuenta cualquiera podría aparecer y robarte e incluso matarte por un simple cigarro. Decenas de momentos parecidos a esos sentí e historias similares escuché en Ciudad de Panamá, El Salvador, Tegucigalpa, Managua o San José de Costa Rica, por poner algunos ejemplos. E igual o más ocurre en muchas capitales de países asiáticos, como Bangkok o  Manila o Mumbai, o en otras grandes ciudades africanas como Johannesburgo. En Cuba, sin embargo, NUNCA tuve sensación de inseguridad andando por cualquier ciudad y calle o a cualquier hora solo, desde La Habana hasta cualquier otra de las grandes ciudades cubanas como Santiago de Cuba, Camagüey, Cienfuegos, Santa Clara, Baracoa, etc, por las que me desenvolví.

En todas esas capitales de países de los que hablaba al principio es absolutamente normal y corriente que se te acerque alguien vendiendo droga u ofreciéndote los servicios de prostitutas. Es absolutamente normal ver la miseria en esas capitales donde el ruido del tráfico, la masificación, la polución y la pobreza se dan la mano produciendo una cantidad enorme y trágica de gente sin nada, desde mayores a muy niños, que se te acercan sin aspecto alguno de tener las más mínimas condiciones de salud ni de hogar ni de comida. En las capitales centroamericanas, sudamericanas y africanas es muy habitual. En las asiáticas, habitualísimo, el impacto, de primeras, es muy grande. En Cuba NUNCA me ofrecieron droga ni prostitutas, nunca tuve la sensación de estar ante personas sumidas en las miserias absolutas que veía en las otras capitales del mundo, ni niños abandonados sin casa ni comida ni nada.

Yo tenía, antes de conocer todos estos países, una idea de dictadura de lo que había estudiado, había leído y me habían contado mis padres de la dictadura de aquí, que entre otras cosas chungas tenía un indicador claro: no se hablaba de política nunca, ni con conocidos ni mucho menos con desconocidos, y por supuesto, nunca por la calle. En Cuba, en cada casa que me alojé, en cada pueblito y con cada cubana o cubano con el que hablé, me hablaron de política. Muchos me criticaron al gobierno y otros varios lo trataban de justificar, en ambos casos sin ningún tipo de timidez o miedo respecto a quién pudiese oírles. Otros muchos me hablaban del bloqueo de Estados Unidos, y otros me decían que el bloqueo que tenía Cuba era mental. Me he subido a coches con cuatro o cinco cubanos, o a autobuses con decenas de ellos en los que ha habido momentos en que la policía paraba el vehículo para hacer inspecciones de qué llevaba la gente encima, y allí todo el mundo se cagaba en los que mandaban, y algunos le respondían, y en ningún caso vi más crispación que la que aquí en España tenemos en un día normal viendo las noticias.


Por eso, con toda la interminable información intencionadamente confusa y fuera de contexto que nos llega de Cuba, y como experiencia de primera mano para quien quiera conocerla, pienso que en Cuba hay evidentes datos indiscutibles de que no hay transparencia política, de que un partido único es un signo claro de que la cosa no es normal y debería haber cambios hacia una transición más democrática que diese cabida a todas las ideas. Pero a la vez, echando un vistazo a los países de su alrededor, pienso que el hecho de ser un país bastante ajeno al capitalismo ha logrado construir un lugar muy pacífico, con muy poca droga y problemas de alcohol, con muy poca trata de mujeres, con muy poca miseria, sin niños viviendo en las calles, cosas que son fácilmente visibles en las capitales del resto de países centroamericanos, asiáticos y africanos.

Pienso, por otra parte, que así como el bloqueo de Estados Unidos es una de las dos causas fundamentales de la situación cubana, la posible llegada de un desbloqueo igual no arregle la situación sino que pueda llegar a empeorarla en otro sentido. Cuando la isla se abra completamente a Estados Unidos podremos convertirnos en testigos de primera mano de cómo entra y se extiende vorazmente el consumismo en un país del sur, llenando las calles de lucecitas y productos empaquetados en plásticos de colores y tiendas y bares fashion, pero produciendo sus horribles efectos secundarios que son comunes sobre todo en las grandes ciudades de esos países: grandes diferencias sociales que aumentarían las bolsas de pobreza y que se traducen en personas sin techo y niños viviendo en la calle, desembocando en mayor criminalidad, tráfico de drogas, de personas, mayor contaminación y más inseguridad. La llegada del capitalismo a un lugar virgen en ese aspecto logrará la creación de la necesidad en las personas de invertir más tiempo en trabajar más para tener más dinero para comprar más cosas que antes no necesitaban y que ahora usarán durante un tiempo limitado y tirarán a la basura y harán de sus ríos y mares lugares más sucios donde ya no será tan bonito bañarse porque la masificación turística terminará de convertir el último reducto ajeno al capitalismo extremo en otro país más del montón. Se transformará una isla asequible a todos los bolsillos en un decorado preparado para turistas adinerados, como ocurre en tantas islas del Caribe. Y cuando eso pase nos preguntaremos cómo ha sido posible, estaremos como John Travolta girándonos de un lado a otro preguntándonos cómo no nos habíamos dado cuenta de que el capitalismo destruye la idiosincrasia de los países.

En este mundo en el que parece que todos están seguros de cualquier tema que hablan, y en este aspecto cubano más aún, en el que las personas suelen sentenciar su opinión incluso sin haber pisado la isla o estudiado su historia o leído a sus autores, pienso que si las intenciones fuesen puras, honradas, con expectativas de construir mundos mejores, el foco debería ponerse en qué diferencia a Europa de América Latina o de Asia o de África, y no en señalar a un país concreto dentro de un contexto a su alrededor que resulta mucho peor que el de Cuba. La solución, quizás, no es hacer de Cuba un país como los que tiene al lado, sino que podría consistir en que estableciésemos un intercambio, como si estuviésemos en una mesa de negociación. Nosotros podríamos explicarles cómo hemos logrado que cualquier persona pueda decir lo que piensa y defenderlo con partidos políticos distintos al partido único, y que haya libertades y derechos sociales que hace años se verían imposibles de lograr. Ellos podrían explicarnos cómo han hecho para tener una población pacífica, abierta a los viajeros, con ciudades seguras. Cómo han erradicado la miseria absoluta, cómo no tienen gente que duerma en las calles, ni niños deambulando sin nadie ni nada, sin techo, como sí ocurre en el resto de países centroamericanos. Cómo han logrado que el tráfico de drogas o de personas sea testimonial, que el alcohol no sea un gran problema, cómo han preparado a sus sanitarios, qué tipo de educación han logrado implantar para que su población tenga tan buena capacidad discursiva, social, política e incluso filosófica, cómo se han hecho prácticamente autosuficientes durante tantísimos años.

¿Es Cuba una dictadura? Yo después de conocerla un poco, y de conocer todo su entorno no me veo capacitado para responder.  Me acuerdo mucho con esto del efecto Dunning-Kruger en el que seguro muchas veces en mi vida he caído, y que se refiere a ese sesgo cognitivo en virtud del cual los individuos incompetentes tienden a sobreestimar su habilidad, mientras que los individuos altamente competentes tienden a subestimarla en relación con la de otros, creándoles a aquellos una superioridad ilusoria. Es decir, que quienes saben un poco experimentan una sensación de seguridad muy alta en su opinión, y quienes saben mucho experimentan lo contrario, muchas dudas, hasta que ya alcanzan el nivel de expertos, al que sólo acceden unos pocos con mucho estudio y experiencia, en el que comienzan a verlo claro. Quizás las opiniones que más ruido hacen sobre este tema pertenecen a ese primer grupo, y debamos buscar más información al respecto por otros ámbitos para tener una opinión más acercada a la realidad. 

Y, sobre todo, quizás la pregunta la tienen que responder los propios cubanos. Porque me da la impresión de que en estas cosas ocurre como en las relaciones familiares: yo sí puedo meterme con mi hermano, pero si alguien se mete con mi hermano, voy a por él. En general, creo que el cubano se mete con Cuba, pero no permite que el resto se meta con Cuba. Porque hay cosas que se quieren tanto que sólo pueden solucionarse en familia.