Un
círculo humano alrededor de un fuego. Un hombre ancestral, con edad y
conocimientos sobre la naturaleza superiores al resto. Desde pequeño un chamán
le sopló a él, y eso dio comienzo a su periodo de aprendiz. Durante el resto de
su vida se dedicó a conocer aquellos recursos que la selva puede proporcionar:
comida, bebida, cobijo, medicinas. Y también el espíritu del mismo, los
espíritus del bosque, el Supai en que
se convierte un chamán cuando muere, el mismo al que accede un aprendiz al
convertirse en chamán. Ahora, en este preciso instante, está iniciando a unos
cuantos occidentales en un rito ancestral, la toma de Ayahuasca, el contacto
con los señores de la selva, la familiaridad con los espíritus, la posibilidad
de ir a tu antes o a tu después, de contactar con las visiones que proporciona
la magia de un brebaje obtenido de un tipo de liana, de esas por las que tarzán
solía lanzarse al grito del rey de la selva.
Un
sonido rítmico comienza a escucharse por encima de la lluvia que asiduamente
nos visita de noche, una vez se reparte el líquido en cuestión. El simple sorbo
te traslada a un lugar de otro tiempo, a un tiempo con otro lugar. Estoy
rodeado de personas con pantalones, con camisetas de una marca precisamente del
mismo nombre que la etnia con la que nos encontramos, pero en mi cerebro no se
traduce de la misma forma, en mi cabeza está el chamán, están dos o tres
kichwas más que producen o también
reciben ese tin-tin eléctrico que cada vez se hace más acuciante. Y
estoy yo, claro. Sí, solo cuatro o cinco personas, aunque la realidad diría que
somos veinte. Pero yo no quiero la realidad, en este momento me quiero evadir
de ella, y por eso estoy con esos cuatro kichwas ancestrales.
El
fuego se convierte en el elemento principal, como si no hubiese aire, ni agua,
ni piedra, sino sólo el poder del fuego, la luz atrayente en la que imaginas
formas imposibles e impensables en otro estado. Comienza el baile de palmas,
las que el chamán sostiene y hace bailar con la mano, en otro movimiento
rítmico y sonoro, chuschuschuschuschus, chuschuschuschuschuschus, así, mientras
a la vez limpia el aura de diversos compañeros que sienten la necesidad de
deprenderse de los malos espíritus. En su lengua kichwa, el chamán va
explicando cómo tal persona se está enfrentando a la maldición de dos chamanes
que tratan de que le ocurra algo malo, y cómo él mismo ha logrado vencerlos,
diciéndoles que no busquen problemas, que lo dejen tranquilo.
Comienzan
a escucharse los primeros comentarios, “ya me viene”, como si fuese algo
esperado que obligatoriamente tuviese que suceder. Se empiezan a demostrar los
primeros síntomas, un leve zumbido eléctrico en los oídos, dicen algunos, los
primeros vómitos y alguna que otra ventosidad sonora que hace relajar el
ambiente serio y concentrado del personal. La ayahuasca, además de sus mágicos
poderes, es un potente purgante, y se puede manifestar primeramente a través de
molestias digestivas de toda índole. Algunos se levantan, otros se quedan
sentados, esperando a los espirituales síntomas. Se respira profundidad,
ancestralidad, el tono de un anciano cantando en kichwa te traslada al tiempo
que imaginaste, aquel en que los árboles, los animales, los insectos y todo
tipo de plantas y hongos estaban en comunión con el ser humano, aquel en el que
el espíritu del bosque entraba con facilidad en nuestro organismo. Ahora yo
vivo en un mundo metálico, asfaltado, “desarrollado”, y quizás es por eso que
no acabo de contactar con el Supai,
por eso me resulta tan complicado convencerle de que soy un kichwa, de que tengo
su aura, de que pertenezco al grupo de los que quieren a la naturaleza, de que
de verdad estoy preparado para que me guíe por el pasado y por el futuro, de
que me vea a mí mismo, o a los míos, o a los que fueron míos y aún pertenecen a
mis recuerdos. Pero no, no pasé la prueba, no me permitió rozarle, ¿otra vez
será?
Sigo siempre con interés tus viajes... este último me parece un viaje algo fuerte :-) nunca he estado a favor de las drogas, ni siquiera las que solo producen daños a la salud y algo de relajación, como el tabaco o el alcohol en exceso. Y los alucinógenos son algo que - sobre todo si producen los problemas digestivos que señalas - me apetece poco experimentar. Eres un valiente, no cabe duda. Y no te quieres perder nada. En fín, somos física y química, eso está claro, y los dioses están en nuestra cabeza y nuestra biología. Saludos.
ResponderEliminarHola Emilio. Cuando estoy ante oportunidades únicas de hacer algo que seguramente no tendré oportunidad de volver a hacer, no suelo dudarlo. Entiendo la vida como cosas que pasan, experiencias que llenan una mochila con la cual vamos caminando, y me gusta ver cómo esa mochila cada vez está más vacía de cosas y más de llena de vivencias...¡Saludos!
EliminarSigo siempre con interés tus viajes... este último me parece un viaje algo fuerte :-) nunca he estado a favor de las drogas, ni siquiera las que solo producen daños a la salud y algo de relajación, como el tabaco o el alcohol en exceso. Y los alucinógenos son algo que - sobre todo si producen los problemas digestivos que señalas - me apetece poco experimentar. Eres un valiente, no cabe duda. Y no te quieres perder nada. En fín, somos física y química, eso está claro, y los dioses están en nuestra cabeza y nuestra biología. Saludos.
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