miércoles, 12 de febrero de 2014

El Guardián entre el Centeno




Hace poco me regalaron un maravilloso mapa del mundo, uno en el que podías rascar y señalar así los países en los que había estado, como en los premios esos que había cuando era chico en los paquetes de patatas de rasca y gana. Para mi ego viajero resultó desastroso. En mi insolencia había creído estar en medio mundo, y cuando terminé de rascar y quedarme con el mapa entero, visualizando países visitados con los que me quedaban por ver, la balanza estaba tan desequilibrada que se me bajaron rápidamente los humos, me quedé reducido, viéndome como el Increíble Hombre Menguante, cada vez más pequeño ante un mundo enorme, como si hubiese disminuido de tamaño hasta una escala proporcional al mapa que tenía delante. La Tierra me parecía inabarcable, pero entonces me acordé de otro momento en que me sentí igual, aquel campo de gramíneas en Tafraute, Marruecos, de la grandeza de rocas y montañas del Antiatlas que tuve enfrente y que ya me provocó una sensación parecida, de no poder abarcarlo, y me empequeñecí hasta tal punto que veía a las pequeñas gramíneas como un auténtico campo de cereales. Y entonces, al recordar aquello, pude cambiar mi punto de vista de la situación. Si no había estado en ningún sitio, significaba que me quedaba la mayor parte de los lugares por ver, y eso molaba. Empecé a pensar en esas frases sobre la felicidad, aquello de que no está en el destino sino en el camino, así que mi nueva situación me permitiría seguir caminando y disfrutando de aquella felicidad. Podría permanecer viajando eternamente, pues siempre me quedarían lugares por ver, y así ir creciendo y alejándome de mi menguado estado, como si el simple hecho de conocer me fuese proporcionando centímetros de altura hasta llegar a la que tuve antes de ver el mapa. Me movería por los caminos  que quería recorrer, aquellos que quería conservar como ese fascinante campo en mi memoria, y evitar que nadie lo tocase, que nadie lo perturbase, como si yo fuese un guardián del mismo, como si fuese su Guardián entre el Centeno.





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