—
Mira, ¿lo ves?
—
¿El qué? No sé a qué te refieres, ¿es por aquí
detrás?
—
No, no mires hacia atrás. Me refiero ahí,
adelante, al fondo.
—
Sí, veo el fondo, ¿qué pasa?
—
¿No es hermoso? ¿No es bonito?
—
Sí, es precioso…cómo me gustaría llegar allí.
—
Pues podríamos intentarlo.
—
Sí…bueno, pero es desconocido…y hay que
atravesar el lago, éste que nos han dicho que tiene cocodrilos y no sé qué más
cosas que nos pueden hacer daño.
—
Sí, pero por lo que hay después, por esa
vegetación inexplorada, quizás merece la pena arriesgarse, ¿no?
—
Sí, quizás sí…pero, ¿y si por el camino se queda
alguno?
—
Ninguno se va a quedar por el camino. Yo no me
creo lo de los cocodrilos, me suena a las clásicas advertencias que nos hacen
para que no nos atrevamos a hacer lo que queremos. Mira aquellos niños de allí,
están jugando tan tranquilos en el agua, están felices.
—
Sí, se les ve contentos, no parece que sean
conscientes de los cocodrilos…
—
¡Es que a lo mejor no hay cocodrilos!
—
¿Pero y si los hay?
—
Quizás a veces hay que arriesgarse. Quizás
estamos obligados a saltar para seguir corroborando que detrás de algo bonito
puede seguir habiendo belleza, aunque el riesgo de los cocodrilos asuste.
—
¿Pero y si alguno se queda por el camino? ¿Y si
los cocodrilos amenazan con acabar con alguno de nosotros?
—
Entonces el otro volverá. Nunca permitirá que el
cocodrilo le ataque como lo hizo con el capitán Garfio. Nunca dejaremos que el
otro se ahogue.
—
Tengo miedo…
—
Yo también…
—
Pero debemos saltar, ¿no?
—
Creo que sí. Sí, debemos hacerlo.
—
Pues vamos. No se hable más. Quiero ver el otro
lado del lago. Quiero ver lo que nos espera.
—
Sabes que yo, a ti, mucho, ¿no?
—
Sabes que yo, a ti, más…
A lo mejor el paraíso esta en el lado en el que estas...no siempre lo desconocido es más bello
ResponderEliminarPero para descubrirlo habrá que ir a conocerlo
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