Recuerdo
el sol luchando contra las densas nubes, tratando de mandar sus poderosos rayos
a una superficie terrestre con tan alto grado de humedad que ahogaba; recuerdo
el agua calentita, de color azul, o más bien cristalina, sus corales, sus
pececitos grandes, medianos y pequeños; recuerdo las tortugas, buceando
tranquilamente en las profundidades, ignorándonos a los que hacíamos snorkel
por su seguridad de que tendríamos que subir a respirar, mientras ella, bajo el
agua, huiría siguiendo su constante
avance subacuático; recuerdo las bangkas
con la que llegaba a las islas, partiendo el mar en dos como si fuese una
cremallera; recuerdo las playas, esas grandes y pequeñas extensiones perdidas y
encontradas, de arena blanca y bichitos pequeños, esas playas en las que podías
imaginar cómo fue la llegada del primer ser humano, qué pudo pensar de la belleza,
qué pudo temer, qué pudo anhelar; recuerdo las puestas de sol, los colores tan
variados de blancos, grises, rojizos, naranjas y rosados que en apenas quince
minutos podías llegar a contemplar; recuerdo la naturaleza desbordante que a
sólo dos pasos de la playa encontrabas a tu disposición: palmeras con cocos,
cánticos de todo tipo de aves y sí, mosquitos; recuerdo las medusas, y una en
concreto que me dejó dibujada el mapa de la India en media pierna; recuerdo que
el viaje son cosas pequeñas, y cosas grandes, son trayectos a veces largos e
incómodos, que te pueden hacer desfallecer si no los procesas bien, pero que,
si eres constante, te proporciona lugares y momentos incomparables. Recuerdo
siempre, en definitiva, y a todas horas cada vez que cierro los ojos, el agua,
la arena, los cocoteros, el agustismo, la música, la soledad y la compañía. Aquí
os dejo un poquito de ellas.
Una vez me dijeron que viajaba en el espacio, pero yo sabía que viajé en el tiempo. Observé calles de mi infancia, sin asfaltar, burros, autobuses antiguos, coches de cuando era pequeño, casas de un solo piso, desgastadas, que encerraban mucha historia, no vi televisiones, ni móviles, ni nada que oliese a tecnológico, vi gente con ropas que no estaban a la moda, vi gente descalza. Y se podía estar. A gustito. Y me quedé para siempre en ese mundo más fácil, en ese mundo descalzo.
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