martes, 6 de septiembre de 2016

Experiencias




Se alcanza un momento único en el viaje en solitario en el que el tiempo pasa de una forma diferente, no tal y como estamos acostumbrados, en una sucesión de eventos ordenados en el que un suceso va detrás de otro. No, en ese momento la vida transcurre lenta y rápida a la vez, de modo que las experiencias acaban siendo intensas por mínima que parezcan, y normales por espectaculares que fríamente las analices. Cuántos recuerdos se pierden en el interior de una cabeza, cuantos  segundos, minutos, horas, días, meses que pasamos solos sin compartir con nadie vivencias concretas. Y es que a veces la vida se convierte en sueño, en esa parte de tu vida a la que nada más que tú tienes acceso. Y hablarás con gente de las que escucharás historias, y por más que intentes trasladar la tuya te resultará imposible hacerlo tal y como la viviste ni como te impactó. Y entenderás que sólo la imaginación te puede ayudar a proporcionar alguna respuesta, como ya lo hizo el replicante al final de la película Blade Runner: Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo... como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir

Me da la impresión de haber visto esas llamas más allá de Orión, y esos rayos- C brillar en la oscuridad en las mismísimas puertas de Tannhäuser, pero a la vez empiezo a entender que me será imposible trasladar nunca cómo eran en realidad. El tiempo nos perderá físicamente, el cuerpo se consumirá y descompondrá en sus partículas más elementales, y pasaremos a formar parte de la Tierra, pero ¿a dónde irán todas las experiencias acumuladas y guardadas a veces tan celosamente en nuestro cerebro?







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