Contarás
que el viaje fue estupendo, que lo hiciste a lugares increíbles, hermosos,
difíciles, utilizarás palabras que en tu país conocen, dirás playa, montaña,
ciudad, pueblo, hostal, habitación, cama, autobús, furgoneta, tuc-tuc, dirás
que había niños, mujeres, hombres y personas mayores, contarás las arrugas que
algunos tienen, dirás que has conocido la vejez como nunca la habías visto, pero
siempre te quedará la sensación de que ninguna de esas palabras logrará transmitir
en su totalidad lo que experimentaste, pues no viste nada igual a esa playa,
ningún autobús de los que en España se cogen se parece a un yipny, no concebirías
montarte en una furgoneta como esa en las calles de tu ciudad, no catalogarías
a muchos de los sitios en los que te has quedado como hotel u hostal, no
podrías explicar cómo han sido los bares y restaurantes donde has bebido o
comido porque ninguno reuniría las condiciones para lo que aquí llamamos de ese
modo. No podrías explicar lo que supuso darle la mano a esa viejecita que
pareciera tener mil años y ser la viva imagen de la debilidad. Te costaría
explicar, y a los oyentes siquiera imaginar, que en una farmacia el que atiende
está tumbado en el suelo de su negocio, o en la misma barra en la que te pone
los medicamentos, que en el mercado la carne está colgada y llena de moscas y
el tendero está sentado junto a la comida que expone, y que la mezcla de olores
es indescriptible, que los autobuses paran en cualquier sitio, que hacen un
ruido brutal, que parece que tosen, de tan viejos que están y de tanta polución
que sueltan por sus tubos de escape, que el peatón es el último en derecho a
atravesar una calle. No podrías trasladar la sensación de cruzar una frontera
terrestre en cualquier país de Centroamérica, los tejemanejes a los que te ves
expuesto entre aperturas de maleta, entregas de pasaporte, cambios de moneda y
miradas sospechosas de gente que nunca pensarías que lleva buenas intenciones.
No se creerían que has estado en un “bar” indio en el que los parroquianos
hacían sus necesidades (las líquidas, menos mal que las sólidas al menos no
mientras yo estuve) debajo de la mesa en la que estaban sentados, nadie podría imaginar que puedes llegar a una isla filipina en la que en
cualquier esquina, a pleno día, y con cualquier edad, hombres, mujeres,
transexuales, y hasta niños o niñas, cada dos pasos te pregunten con la misma
naturalidad si quieres bucear o si quieres sexo. No podrías explicar lo que se
siente cuando en Marrakech después de ser conducido a ver las curtidurías por
un transeúnte que decía y repetía que lo hacía por amor al arte, te encuentras
en una encerrona con diez marroquíes diciéndote que o les pagas o tendrás
problemas. Y tantas, y tantas, y tantas otras cosas mas…
Viajar
a países que se salen de tu zona de confort te obliga a la vuelta a dar por
hecho que te resultará imposible, por medio de las palabras, explicar a
cualquier interesado que no haya estado allí lo que has experimentado, porque
hay mundos tan distintos, tanto en su belleza como en su exotismo, dificultad, injusticia,
peligrosidad e incluso surrealismo, que no encontrarás en todo el diccionario
de la lengua española los significados que realmente buscas.
Muy identificada Edu.
ResponderEliminarComo siempre muy bueno.
Un abrazo
Muchas gracias Aida, otro abrazo de vuelta!
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