Los adelantos
tecnológicos de última generación en el mundillo de los móviles, cámaras de
fotos, videos y el hecho de compartirlas en redes sociales reflejan la
necesidad del ser humano de enfrentarse a la normalidad de nuestras vidas y
dotarlas de algún aditivo que las haga parecer extraordinarias. Filtros de luz,
coloreados irreales, uso de blancos y negros y demás opciones de nuestros
dispositivos nos hacen sentir que lo que estamos experimentando es la hostia,
cuando quizás tan sólo sea la misma vida que vive todo el mundo. Cosa que por
otra parte no está mal, claro. El arte es hacer de lo cotidiano algo extraordinario.
Pero hay un
aspecto que no estamos controlando demasiado bien. A gente adulta quizás no nos
afecte tanto, pues tenemos experiencia de cómo era la vida antes, cómo son esos
sitios y momentos, sabemos identificar que una foto es un instante, que la
alegría, el agustismo y la comodidad, sobre todo esta última, que muestra una imagen
o un video en un viaje puede ser algo pasajero y no proporciona toda la
información de lo que supuso llegar hasta ese particular destino idílico. Pero
las generaciones más pequeñas, las que aún no han experimentado la realidad,
podrían quedar absorbidas por esa ilusión estética que muestran las redes en la
que todo es happy, fantástico,
carente de problemas, y puede provocar que al conocer la realidad, al vivirla
en sus carnes, se desilusionen de tal manera que no consigan admirar lo
verdaderamente extraordinario cuando lo tienen delante porque no han tenido la
comodidad que parecían mostrar las fotografías y videos vistos sobre el lugar.
La importancia
de viajar no es tanto el destino sino la experiencia, sentir cosas no sentidas
durante los once meses que conforman el resto del año normal, aprender a afrontar
los problemas, a entender que la comodidad no lo es todo y que a veces merece
la pena mancharse, cansarse, no comer a la hora de siempre o desplazarse en
vehículos algo más antiguos y ocupados que los que tus criterios occidentales
podrían aceptar. Y es que cuando pasas esas experiencias y otras más duras en
lugares alejados de tu zona de confort puedes sentir el crecimiento de unos
músculos de los cuales desconocías su existencia, unos que no se alojan en los
brazos, en las piernas o en la barriga, unos que no se trabajan en los gimnasios
pero que te hacen formar parte de los seres más fuertes del planeta: los que
empiezan a entender el verdadero significado de la palabra “problemas”. Y
entonces escucharás las conversaciones ajenas, leerás los periódicos,
analizarás la actualidad y te enfrentarás a tus propias dificultades con un
sensor que habías tenido desactivado hasta el momento y que te hará identificar
lo que antes habías considerado una putada enorme como algo absolutamente
solucionable. Y será ése el momento de darte la enhorabuena, amigo, amiga, pues
habrás conseguido trasladar la actitud del viajero a tu vida diaria. Y verás
tus circunstancias directamente con otro filtro sin necesidad de ningún artilugio
tecnológico, sino generado por ti mismo.
Pues sí, ese filtro que si no se renueva cada cierto tiempo se olvida y vuelve el drama y el no puedo y el qué hecho yo para merecer esto.
ResponderEliminarBuena reflexión
Coincido con lo que dices, hay que renovarlo cada cierto tiempo pues es una actitud que caduca al exponerse durante mucho tiempo a la comodidad.
ResponderEliminarMuchas gracias Víctor!
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarQue el mundo entero se anime a volar siendo pedestres. Que los amores trasciendan el deseo. Que la escucha sea intensa con uno mismo y con quien tenemos en frente. Que los días mantengan misterios y sorpresas. Que reír sea un regalo para la vida. Que el llanto sea la humedad necesaria. Que aprender sea solo ver lo diferente. Cuanto camino andado sea mas camino para andar. Entre estas milesimas de momentos existe en mi cotidiano la actitud de viajar.
ResponderEliminarUn abrazo. Marisol de Rosario, Argentina.
Hola Marisol, qué aiegría leerte! Que así sea todo lo que dices, gran viajera.
EliminarNota- finalmente me traje de vuelta a España 9 libros...me picaste!
Otro abrazo desde este lado del mundo descalzo!