sábado, 22 de julio de 2017

No Soy


No soy blanco. No tengo barba ni pelos largos. No voy vestido con harapos. No soy un hombre. No bajé a la Tierra disfrazado de nadie. No acudí a ninguna época en concreto a decir palabras no universales sujetas a los tópicos y costumbres del momento y que en cualquier otra época de vuestra historia pudieran parecer desactualizadas. No dije a ningún pueblo que fuesen mis elegidos. No dije a ningún hombre que matase por mí. No oigo vuestras plegarias. No necesito escucharlas para saber lo que queréis. No soy tan inseguro como pensáis, no necesito que me digáis lo grande o todopoderoso que soy para que os haga más caso. No me tenéis que rezar, ni una vez por semana, ni una vez al día, ni cinco veces al día. No tenéis que alabar ninguna estatua, ni arrodillaros ante ninguna persona, cosa o lugar. No quiero que seáis temerosos de mí, ni es justificación el miedo a lo desconocido para que dejéis de utilizar la herramienta que os diferencia del resto de especies y os abracéis a mí ciegamente. No os vigilo, no tengo el ojo puesto en cada acción que lleváis a cabo, y mucho menos en cada pensamiento que se os ocurre. No pienso que seáis malos por naturaleza, no puedo llegar a imaginar que creáis que pienso que un recién nacido puede arrastrar algún tipo de pecado y que esa cosa tan pequeña que aún ni ha dado un paso necesite de un rito para purificarse. No cree a la mujer de ninguna costilla de hombre. No cree al hombre a mi imagen y semejanza. No os cree específicamente a los humanos, al igual que no cree específicamente a los leones, a las hormigas, a las bacterias o a los virus. Ni siquiera cree específicamente vuestro planeta. No le di ningún poder especial a ninguna persona para que hablase en mi nombre, o a ningún escritor de ningún libro de los que consideráis sagrados. No he minusvalorado el papel de la mujer como para que ellos la mostrasen como una pertenencia más del hombre. No habláis conmigo cuando pensáis en mí. No me gustan los templos dorados, ni las figuras adornadas, ni el oro o la plata con los que acompañáis las estatuas que pensáis que me representan. No considero sagradas a las imágenes, ni a las tradiciones, ni a las celebraciones, ni a las festividades que habéis bautizado con mi nombre o con los de cualquier otro personaje de los que aparecen en esos libros que consideráis sagrados. No es la vida ninguna prueba para clasificaros después en buenos o malos y juzgaros y daros vuestro merecido tras la muerte. No me ofenden vuestras ofensas, ni necesito que nadie salga a defender el nombre que creéis que tengo o el mensaje que creéis que dije. No soy muchos dioses. No soy ningún dios.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comenta, no te lo quedes dentro.