viernes, 6 de julio de 2018

Ya después iremos viendo



La teoría de la Relatividad dice a muy grandes rasgos que las leyes físicas se transforman cuando se cambia el sistema de referencia. Yo no sabía que las teorías se veían, pero lo cierto es que la he visto actuar, a esta teoría, durante todo el año y sobre todo las últimas semanas. He visto cómo las dimensiones cambian, cómo el espacio y el tiempo no son absolutos, sino relativos. Cómo una distancia de diez metros se transforma en diez mil, y cómo un tiempo de cinco minutos se transforman en treinta. He visto cómo una actividad simple, rápida, se transforma en compleja y lentísima, y en definitiva he visto cómo lo habitual se transforma en imposible. Y todo por el cambio en el sistema de referencia. El mío, yo mismo, un sistema de referencia con disponibilidad de oxígeno en mis pulmones sigue respetando las leyes físicas habituales. Un segundo para el resto es más o menos un segundo para mí, un metro para el resto es más o menos un metro para mí. Aunque sea Durio y el gen Durio nos haga un poquito más lentos, lo acepto. Pero si cambiamos el sistema de referencia, y le vamos quitando capacidad pulmonar, y le ponemos toses recurrentes, y el oxígeno llega cada vez con más dificultad a la sangre y de ahí menos a los órganos, el sistema de referencia cambia, y con ello las leyes físicas. Los metros ya no son metros, ni los segundos, segundos. Ahora el metro se alarga, primero son dos, después cuatro, después dieciséis, y así en progresión geométrica cada día las distancias se van convirtiendo de cercanas a lejanas, de un pequeño paseo a un maratón. Y el tiempo, el tiempo también se alarga, en la misma o en mayor proporción. Lo que antes se tardaba un segundo ahora se tardan dos, y con el paso de las horas y los días, pasa a ser cuatro, o dieciséis, o doscientos cincuenta y seis. Lo que se hacía en cinco minutos pasan a ser treinta. La casa se hace más grande, como un campo de futbol, y ya ir a la cocina es como llegar a la otra portería.


Y todo por el oxígeno. Una partícula minúscula que es capaz de producir tanta energía para hacer tantas cosas, y que su defecto hace que ese tiempo y espacio se expanda hasta niveles infinitos. Ahora aprecio muchísimo los movimientos, los míos propios. Estoy sentado y me levanto, y no me pasa nada, y lo hago en un segundo, pero para él lo era todo, y lo hacía en minutos, con sufrimiento máximo. Es la misma cosa, levantarse, pero es distinta cosa para los dos. Yo tengo oxígeno, y él no. Puta mierda de la química, por una cosa tan pequeña. Para mí no era importante, no pensaba en ello, el oxígeno era como el agua para un pez, no me daba ni cuenta. Ya lo dijo Foster Wallace, cuando contaba el chiste de los peces, en el que un pez le pregunta a otro cómo está el agua, y el otro responde “”¿qué agua?”. Para mi padre de repente el oxígeno, esa agua para el pez, pasó a ser algo.

Yo tengo sed y cojo un vaso lo lleno de agua y lo bebo. Él no podía coger la botella y hasta sostener el vaso era un suplicio, e incluso sorber por la pajita era comparable a cuando yo salgo a correr diez kilómetros. Los centímetros se hacen inmensos, los segundos eternos. El simple hecho de respirar se vuelve un martirio, como si fuese un émbolo antiguo que no sube y baja bien, que roza por todas partes y chirría y hace que requiera un esfuerzo mayor para moverlo. Ahora sé de qué murió el rey malo de Braveheart, ese cabroncete que escuchaba de boca de Sophie Marceau que su nieto realmente no sería su nieto sino el hijo de William Wallace. ¿Os acordáis cómo sonaban sus pulmones? Pues eso es la fibrosis pulmonar. Ya no es un movimiento inconsciente, sino que requiere de toda la consciencia, de unas órdenes expresas del cerebro que le ordena a unos pulmones gamberros que se muevan como es debido. Y esos pulmones acaban moviéndose, pero produciendo un ruido incesante, una sensación de agobio extrema. Cada inspiración es un mundo, una lucha continua contra lo imposible. Pues imposible se vuelve una palabra cada vez más cercana. Como cuando en una carretera recta es ya visible al fondo una gasolinera. Como esa carretera recta de Tarifa en la que unos días antes de su boda estuvo a punto de dejarse la vida y estas palabras nunca habrían sido escritas. Pues así va estando la palabra “imposible” cada vez más cerca. Era posible pasear, hasta que fue imposible; era posible hacer labores de casa, hasta que fue imposible; era posible hablar sin toser ni ahogarse, hasta que fue imposible; era posible comer con regularidad y ganas y sin problemas de atragantamiento, hasta que fue imposible; era posible sorber por una cañita, hasta que fue imposible. Ha sido una batalla descompensada entre él e Imposible.  Mientras observo cómo se expande tan poco su pecho con cada respiración y soy consciente de cómo ese puto Imposible va adueñándose de él, recuerdo que esos mismos pulmones le hicieron moverse con rapidez y sin descanso a recoger la mesa y fregar los platos, a tender, a ordenar la casa, a preparar viajes, a ir, en ellos, de aquí para allá, un museo, una estación, un tren, un hotel, un paisaje, un monumento, vamos que no llegamos, corred que cierran, tanto cuando todo era en blanco y negro como en color. A tener miles de motivaciones y proyectos siempre con nosotros. En definitiva a estar en TODO y CON TODOS.  


Lo Imposible terminó con eso. Lo Imposible es muy poderoso, es tremendamente fuerte, y mi papá no pudo, ni sólo ni con nuestra ayuda, vencer al gigante. No pudo frenar la expropiación injusta de sus cuatro dimensiones, haciéndoselas inabarcables. Anchura, altura, profundidad y tiempo, todo se alargó, de todas se adueñó lo Imposible.

Y la situación se complica ahora con un nuevo factor que entra en juego, la Pena. La Penita de ver cómo eso ocurría, cómo no se podía hacer nada. El oxígeno deja de inundar sus pulmones, las fuerzas decaen, las dimensiones se hacen más grandes y la Pena aumenta hasta niveles estratosféricos. Esa Pena te hace pensar cosas absurdas. “Puto Imposible, ven a mí, enfréntate conmigo y deja a mi padre en paz, cobarde. Ven aquí que te vas a enterar de lo que vale un peine”. Cosas en las que, dentro de la absurdidad, incluyo algo de coherencia: “Quizás necesite ayuda cuando tenga delante a lo Imposible. Bueno, yo lo cojo por detrás, le agarro por los brazos y le digo a mis hermanos que le peguen con todas sus fuerzas en el estómago. Como parece muy fuerte se lo diré también a mis primos. Como creo que el cabrón es fortísimo, se lo diré a todos mis amigos. Pegad fuerte, tumbémoslo. Venga, al carajo, Imposible”. Y en eso pienso cuando miro de reojo hacia atrás en el funeral. “Con toda esta gente habríamos podido ganarle, lástima que no se me ocurriera antes”. Pero ante todas estas absurdeces hay una única pregunta que hace que se adueñe del cerebro. Esa pregunta lleva repitiéndose desde hace dos años sólo que ahora se ha transformado, como decía la Relatividad al cambiar el sistema de referencia, pasando de “¿qué pasará cuando?” al “¿y ahora qué?”.  

Y ahora qué.

Yo he hablado con ella, con la Pena, la única que queda tras le victoria de lo Imposible, y he calculado que sólo tendrán que pasar 50 millones de años hasta que logre superarla, así que nos hemos dado la mano como si hubiésemos cerrado un pacto. Durante todo ese tiempo te mantendré, papá, en mi cabeza. Seguiré esa dirección que nos señalas. Ya después iremos viendo.




15 comentarios:

  1. La Pena va siendo sustituida poco a poco, muy lentamente, por el recuerdo permanente, donde prevalece todo lo bonito que habéis vivido.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Que así sea, Lourdes. Ojalá.

      Muchas gracias por comentar.

      Eliminar
  2. A él no le gustaría veros tristes, aunque es inevitable ese sentimiento por la realidad que excluye su presencia, pero creo que no su espíritu que siempre rodeará vuestras vidas... y también las nuestras, porque él siempre acudía a todos... Sus huellas están muy marcadas en vuestras vidas... y también en las nuestras... Fuerte abrazo

    ResponderEliminar
  3. Pensad que el ya cruzo el río a la otra orilla de la vida y que ganó la partida. Desde allí os tenderá siempre la mano para que no naufragueis en la vida y un día poder alcanzar la otra orilla de la Vida Eterna como él. Siempre estará con vosotros. Un abrazo para todos y en especial para tu madre.

    ResponderEliminar
  4. Convivirás con esa pena, no lo olvidarás, gracias a Dios, y seguirá siendo tu guía esté dobde esté y yo te ayudaré y empujar como pueda. Siento tu perdida y admiro tu entereza, fiel reflejo de tu padre. Adelante amigo. Cuenta conmigo siempre, no pude acompañarte en esos duros momentos pero aquí estoy, para lo que necesites. Un fuerte abrazo

    ResponderEliminar
  5. Me dejas sin palabras porque tus palabras lo dicen todo. Maldito imposible y bienvenida Pena, pena que se quedará siempre en el corazón pero que cada vez dolerá menos. Un abrazo enorme

    ResponderEliminar
  6. Hola Eduardo. No nos conocemos. Tu hermana y la mía son muy amigas. Ella me ha enviado tu link. No pretendo consolarte, pues no hay consuelo. A mi padre tb se lo llevó el mismo Imposible hace ya algún tiempo (demasiado) y leer tu escrito ha hecho que la Pena vuelva hoy a visitarme a mi tb. Pero la Pena no se instala para siempre. Está un tiempo y luego sólo hace visitas puntuales, cada vez más distanciadas. El recuerdo, el bueno, el positivo, el enriquecedor, el constructivo, es el que te visitará a diario, el que no te dejará que olvides nunca a tu Padre y hará que él siga vivo. Hoy toca llorar. El viento y el mar, poco a poco, irán limando las aristas a la roca. Hoy duele, pero tú sigue descalzo. Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchísimas gracias por tus palabras, Pepe, gracias por compartir tu experiencia y ojalá sea como dices. Creo que ojalá es otra palabra que se repite mucho en mi cabeza estos días. Ojalá muchas cosas, ojalá esa cosa.

      Un fuerte abrazo

      Eliminar
  7. Hola Edu, no se si te acuerdas de mi, fuimos compañeros en la facultad. Solo decirte q lo siento mucho, y qye a mis abuelos tambien se los llevo lo imposible. La pena por desgracia, la llevaras siempre, pero con el tiempo se ira suavizando, y transformandose en alegria por haber tenido la suerte de vivir con el, y la esperanza de volveros a encontrar algun dia. Te deseo lo mejor, un abrazo.

    ResponderEliminar
  8. Perdona, no ha salido mi nombrw, soy Ana Belen

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchísimas gracias por compartir tu experiencia, Ana Belen, y que ojalá sea como dices.

      Un abrazo

      Eliminar

Comenta, no te lo quedes dentro.