Amanece en Erg
Chebbi, situado a un paseo en camello de tres horas aproximadamente desde
Merzouga, en Marruecos. Aún no hace tanto calor, el sol comienza a salir en el
horizonte de este mar de arena que se ha levantado con marejadilla.
Mientras voy ascendiendo, me sorprendo del paisaje, de las olas que parecen
esas dunas, de esta impresionante montaña de arena por la que voy subiendo, que
supera a todas ellas, y desde donde puedo ver el infinito, kilómetros y
kilómetros sin encontrarme ningún edificio, puente o elemento arquitectónico o
ingenieril que muestre intervención humana alguna. La sensación es maravillosa
aquí, en este lugar donde aparentemente no hay nada. Es como si la compañía fuese algo
extraordinario, como si lo normal fuese la soledad. Y es que siento que sólo en
un lugar donde no hay nada es donde el ser humano puede darlo todo, sacar todo
aquello que está en el interior de su mente, sin las distracciones absurdas de
nuestro mundo. Un hombre ante la naturaleza más básica, más hermosa, más dura,
que a medida que la piso me traslada a otros tiempos, como si en este mismo
instante no estuviese ya en el siglo XXI, sino que me convirtiese en un esclavo
de los que cruzaban a pie el desierto, en caravanas interminables de camelleros,
apresado injustamente bajo un sol de justicia. Quizás no me tengo que ir muchos
siglos atrás. Quizás no tengo que desplazarme en el tiempo ni años ni meses.
Quizás en este mismo instante, muchos estén haciendo el camino, no el de
Santiago, no el del Rocío, sino el que les llevará a su soñada Europa. Quizás
todas estas dunas esconden algo más que arena.
Una vez me dijeron que viajaba en el espacio, pero yo sabía que viajé en el tiempo. Observé calles de mi infancia, sin asfaltar, burros, autobuses antiguos, coches de cuando era pequeño, casas de un solo piso, desgastadas, que encerraban mucha historia, no vi televisiones, ni móviles, ni nada que oliese a tecnológico, vi gente con ropas que no estaban a la moda, vi gente descalza. Y se podía estar. A gustito. Y me quedé para siempre en ese mundo más fácil, en ese mundo descalzo.
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