Desalojar una
habitación, y pintarla de blanco con tonos azulados, o con tonos rosados.
Comprar ropita del mismo color que la habitación, en función de si es niño o
niña. Vaciar un armario y llenarlo de una gran cantidad de trajecitos y patucos.
Comprar un buen carrito, con capazo, Maxi Cosi y silla, un moisés, una buena
cuna para dormir y un parquecito, así como una bañera especial. Tener
preparados geles, champús y cremas especiales para la delicada piel del bebé, y
una buena dotación de toallitas húmedas que te solucionarán cualquier
contratiempo. Estar bien surtido de pañales. Acolchar las esquinas de los
muebles para que el golpe con ellos no sea doloroso. Cambiar de coche a uno más
amplio. Incluirle unas pantallas para que pueda entretenerse viendo una
película en los viajes largos. Estar atento a cuando llore pues querrá decir
que tiene hambre y habrá que darle el pecho. O no, hacer lo contrario, no
hacerlo a demanda, sino con horarios estrictos. Que mantenga una disciplina. Si
llora hacerle caso al momento, porque puede correr riesgo inminente de muerte.
O no, no hacerle caso ninguno, o no parará de tomarte el pelo el resto de su
vida. Aprender a andar de puntillas, para que no se despierte. Darle leche
materna, a costa de todo. O no, no pasa nada si no se la das, hay todo tipo de
leches en la farmacia. Sintonizar los primeros canales de tu televisor con Clan TV, Boing y todas las alternativas de dibujos animados y programas
infantiles que existan. Envolverlos en una burbuja climática ante posibles
inclemencias meteorológicas, pues el excesivo frío, o el excesivo calor pueden
influir en su desarrollo. Controlar su temperatura corporal en todo momento,
así como la respiración, si hay tos, si suena raro, si no come lo que debería
comer, si no duerme lo suficiente. Desinfectar todo lo que esté en contacto con
el bebé, para evitar contaminaciones por virus y bacterias. Mirar con
detenimiento la cabeza en búsqueda del temido piojo. Visitar al médico ante
cualquier situación que se salga de lo normal. Entrar dentro de los percentiles
estipulados. Eso era lo que me había enseñado nuestro mundo sobre lo que
implicaba la maternidad. Ahora miro a esta parejita que tengo enfrente, y
pienso: “¡Oh! ¡Wait!”.
Una vez me dijeron que viajaba en el espacio, pero yo sabía que viajé en el tiempo. Observé calles de mi infancia, sin asfaltar, burros, autobuses antiguos, coches de cuando era pequeño, casas de un solo piso, desgastadas, que encerraban mucha historia, no vi televisiones, ni móviles, ni nada que oliese a tecnológico, vi gente con ropas que no estaban a la moda, vi gente descalza. Y se podía estar. A gustito. Y me quedé para siempre en ese mundo más fácil, en ese mundo descalzo.
Tu eres un sabio, primo.
ResponderEliminarTu me enseñaste el camino, primo.
ResponderEliminarNo paras de sorprenderme. Es una de las entradas más inteligentes, bien escritas, llenas de vida... que he leído nunca. Ese "Oh, wait" final es todo. Porque nos hace pensar y detenernos y darnos cuenta... Sí, todo consiste en mirar y darnos cuenta. Enhorabuena, Eduardo, y gracias por esta maravillosa entrada. Sí, ponla, si puedes, con la foto ( sin la foto no sería más difícil de hacernos sentir lo que es, lo que hay) en NW. Estoy seguro que a la gente le va a llegar muy dentro.
ResponderEliminarA mí que me gustan los contrastes, las dualidades, a veces, como este, me avergüenza. Menos mal, Eduardo, que queda gente como tú, sensible e inteligente, que sabe que ver es algo más que mirar… es advertir los detalles y reflexionar.
ResponderEliminarGracias por compartir este texto.
Un abrazo.