lunes, 31 de marzo de 2014

Sin Botas no hay Paraíso



Quiero reconocer públicamente mi error. Solicito el perdón a todas aquellas personas a las que he corregido a lo largo de mi vida en este aspecto. Creyéndome por encima del bien y del mal, como poseedor de una verdad contrastada por muchos años de experiencia mirando a las musarañas, cada día que hacía una ruta de senderismo o una salida al campo y alguien me recordaba “no te olvides llevar las botas de montaña”, yo salía presto a reprenderle, como esa puntilla cansina, como un niño repelente, como un martillo pilón, “te referirás a las botas PARA la montaña, que sería lo normal, ¿no? Las botas de montaña no existen, ¿o acaso has visto tú alguna vez una bota hecha de montaña, eh?”. Y entonces llegué al Antiatlas, en Marruecos, y allí la vi, gigantesca, como suspendida ante mis ojos, como una revelación, la verdadera bota DE montaña. Existe, vaya zas en toda la boca. Desde entonces tengo una pesadilla recurrente: escucho que alguien me dice que le acerque aquel vaso DE agua. Sí, DE agua, y no CON agua, como yo le habría corregido. Y yo lo intento una y otra vez pero no puedo pues siempre se deshacen las partículas de agua al contacto con mi mano, desparramándose todo y poniéndome perdido del líquido elemento. Y entonces aparece una tercera persona, como si del camarote de los Hermanos Marx se tratase, y, señalando a mis pies inmersos en el charco formado en el suelo, me repite una y otra vez “no te habrías mojado si te hubieses calzado las botas DE agua. Las botas DE agua. Las botas DE agua...”. Y entonces yo miro al padre, un vaso DE agua, miro a la madre, unas botas DE montaña, y entiendo que el hijo sólo podría ser unas botas DE agua. Me doy cuenta que me han colocado en un mundo que no entiendo, y sólo quiero gritar y llorar, incomprendido, incomprendiente. Todo por creer ciegamente en que una bota nunca podría ser DE montaña. Todo por estar convencido de que la única normalidad es la que acostumbro a ver cada día a mi alrededor.





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comenta, no te lo quedes dentro.