Tú irás a la
playa, y pensarás que lo has visto todo. Has visto al vendedor que grita “llevo la serveza, la fanta, la coca cola, el
aguaaaaa”, has visto a algún hombre con el bañador a la altura de los
sobacos, alguna mujer con una pinta excepcional, te han dado algún balonazo
unos jóvenes jugando al futbol, o lo has dado tu a alguna señora que pasaba por
allí, te han puesto una sombrilla a poco menos de un metro de distancia, y
probablemente una toalla a menos de diez centímetros de la tuya, has comido un bocadillo
con arena de playa, has pensado morir de sed porque se te acabó la botella de
agua que llevabas en la mochila, creíste ahogarte en el agua cuando te pilló
esa ola gigante siendo chico, has
llegado a la boya, y has vuelto, has visto playas vírgenes solitarias y playas abarrotadas
con rascacielos, te has bañado con bañador, y sin él, has sentido el levante,
el poniente, el viento del sur y el del norte, has sentido calor y frío, mucho
y poco de ello, te has bañado en verano gustosamente y en invierno por cojones,
has cargado una sombrilla, nevera,
silla, mesa, el escrabble, hasta has
comido un potaje en la playa, con su olla a presión y todo. Pero de repente
llegas a un lugar que parece una playa a pesar que sabes que es un lago, el
Cocibolca, más conocido por nosotros como el Lago Nicaragua, y ves algo que no
habías visto antes, a gente llegar en coches cargados hasta las trancas y
aparcarlos en la arena, en la misma orilla. Y por el calor que tienes decides
darte un baño, tu primer baño allí, y sientes algo que no habías sentido antes,
te metes en el agua viendo las olas, sintiendo que estás en una playa normal, y
cuando te sumerges y buceas, notas en los labios que el sabor del agua no es
salada, como esperaba tu cuerpo recibir, sino dulce. Antes de salir de nuevo a
la superficie parece que estás en una piscina, que cosa más extraña, pero
claro, es un lago de agua dulce, ¿qué es lo que esperabas? Y cuando sales del
agua, cuando pones rumbo a la orilla de nuevo y echas la vista atrás, piensas
en que lo que es no tiene nada que ver con lo que parece ser. Y cuando coges la
toalla y te secas, mientras sigues mirando hacia el agua, reflexionas, ¿será así
todo en la vida? Y un consejo que me dieron cuando era niño vuelve a tomar
forma en mi cerebro en ese mismo momento: nunca
te guíes por las apariencias.
Una vez me dijeron que viajaba en el espacio, pero yo sabía que viajé en el tiempo. Observé calles de mi infancia, sin asfaltar, burros, autobuses antiguos, coches de cuando era pequeño, casas de un solo piso, desgastadas, que encerraban mucha historia, no vi televisiones, ni móviles, ni nada que oliese a tecnológico, vi gente con ropas que no estaban a la moda, vi gente descalza. Y se podía estar. A gustito. Y me quedé para siempre en ese mundo más fácil, en ese mundo descalzo.
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