A veces pienso
en cómo sería el primer humano que cambió las cosas. Imagino un mundo
igualitario en el que un niño tuviese un repentino ataque de ambición, que
estuviese descontento en la igualdad imperante en su tribu, poblado, aldea,
pueblo o ciudad, que comenzó no sintiéndose realizado, cansado de tener lo
mismo que tenía el resto. Un niño que quería diferenciarse de ellos, que
ansiaba más. Y en sus charlas con sus
amigos imaginaba un mundo en el que unas personas pudiesen tener más que
otras. Que unos pudiesen tener el doble que otros, el triple. Que una persona
pudiese tener diez veces más que otra, cien veces, mil más. Que pudiese tener
cien mil veces más que otro. Que una sola persona pudiese tener igual que el
presupuesto de un país entero. Sus amigos se reían de él, le llamaban tonto, le
decían insensato, eso es una utopía, que una persona tenga tantísimo más que
otra, ¿para qué? ¿Y cómo va a poder ser eso? Eso es imposible, la gente no lo
permitiría jamás. Pero él seguiría, erre que erre con su tema dándole vueltas a
la cabeza, todos tenemos lo mismo, todos una casa donde dormir, agua y comida
que llevarnos a la boca, podemos ducharnos cuando queramos, tenemos la posibilidad
de viajar, por autobús, tren o incluso un coche. Estoy harto de eso, diría, yo
quiero al menos el doble que lo que tiene el resto para sentirme realizado, qué
injusticia, no poder tenerlo, voy a tener que conformarme sólo con lo que tiene
todo el mundo…
A veces pienso en ello cuando viajo. Y cuando
vuelvo, y salgo a la calle, o pongo la tele, o leo los periódicos o escucho la
radio me da la impresión de estar viviendo lo que en ese mundo igualitario
considerarían una utopía. Y me pregunto que si se ha hecho tan real la utopía
de ese niño por amasar fortuna, quizás también pueda hacerse real la utopía de
que éste en el que vivimos vuelva a ser un mundo más justo, un mundo más
igualitario. Un mundo descalzo.
El problema es que, a veces, hay quien cree sensato cambiar los pies descalzos por unos pies metidos dentro de un par de mocasines fabricados con piel de cocodrilo.
ResponderEliminarHabrá una charla entre un padre y un hijo en el futuro en el que el mayor le diga al menor: "Desaparecieron los cocodrilos porque queríamos ponernos zapatos con su piel. ¿Lo comprendes, no?". Y el niño le mirará inocentemente pensando "¡Esto es de locos!"
ResponderEliminarOjala llegara ese momento....qué bonito escribes
ResponderEliminar