Estoy cansado
después de dar vueltas por todo el mercado de Chichi, como se conoce a la
ciudad de Chichicastenango, un lugar impresionante donde multitud de
guatemaltecos se encuentran para comprar, vender o intercambiar principalmente
productos de artesanía y textil. Es un
lugar donde puedes encontrar todas aquellas cosas que podrías llevar de
recuerdo a tus familiares y amigos. Para mí acaba resultando todo eso hermoso,
una increíble muestra de la pericia de
estas gentes en el manejo de los diferentes materiales, pero a la vez vacío, pues
lo que me gustaría llevarme no lo encuentro en ningún puestecino. La sencillez de estas personas no la venden en ningún
tarro, ni la humildad, ni el tremendo espíritu de trabajo y sacrificio.
Mientras me siento en un lugar apartado, con la cámara en la mano, como si lo
que tuviese delante fuese una película, me asombro de lo fácil que parece la
vida aquí, y de lo difícil que realmente será, y pienso en lo difícil que
parece la vida en mi país, y lo fácil que realmente es. Veo a una madre con su
hija a la espalda, aguantada simplemente con un cacho de tela, estableciendo un
vínculo entre las dos que durará eternamente, la madre sintiendo a su hija, la
hija sintiendo a su madre. Veo cómo esa niña me mira fijamente, altiva,
desafiante, veo cómo sus ojos reflejan la
inocencia pero también la sabiduría de la experiencia, como si ella
fuese transmisora de los conocimientos que los antiguos mayas pasaron de
generación en generación. Y me dice, con esa mirada, que siga viendo, que siga
mirando a todos los que pasan, a lo que llevan encima, a cómo visten, qué es lo
que cargan, cuáles son sus necesidades, de qué hablan, cuáles son sus
preocupaciones, y que lo cuente, que no me lo calle, que cuando llegue a mi
país diga que la vida puede ser más simple y más entretenida, que la vida puede ser maravillosa, que existen
lugares en el mundo donde todo es más sencillo, donde, por ejemplo, una madre
puede ir andando y llevando a una niña simplemente agarrada con un pañuelo, sin
mayores medidas de seguridad, sin necesidad de cargar un coche entero de cosas
“porsiacaso”.
Una vez me dijeron que viajaba en el espacio, pero yo sabía que viajé en el tiempo. Observé calles de mi infancia, sin asfaltar, burros, autobuses antiguos, coches de cuando era pequeño, casas de un solo piso, desgastadas, que encerraban mucha historia, no vi televisiones, ni móviles, ni nada que oliese a tecnológico, vi gente con ropas que no estaban a la moda, vi gente descalza. Y se podía estar. A gustito. Y me quedé para siempre en ese mundo más fácil, en ese mundo descalzo.
Palabras que trasladan a uno al lugar de los hechos. Precioso
ResponderEliminarSencillamente emocionante.
ResponderEliminarEse la vida puede ser maravillosa me suena...
ResponderEliminarSolo darte animos y merecidas alabanzas no solo por lo que escribes sino por la valentia de intentar hacer algo diferente. Algo por lo que luchar.
Gracias! ;)
ResponderEliminarOjala tus palabras lleguen lejos....razón tienes en todo lo que cuentas...Precioso
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