Yo le miro con
sorpresa. Aquí, en medio de Malí, cruzando en un una especie de ferry el río
Níger para dirigirnos a Djenné, me encuentro a un chaval con la camiseta de mi
equipo preferido, como yo llevaba orgullosamente cuando era chico. Le digo
“Vive les Lakers!” en un lamentable francés, y me responde con una sonrisa
llena de incomprensión, qué me estará diciendo éste tubabu, se preguntará. Pienso en cómo habrá llegado esa camiseta a
este sitio, y en la ironía que supone que el club más relacionado con el lujo
de toda la NBA aparezca precisamente aquí, en uno de los lugares menos lujosos
del mundo. “Bendita” globalización. No para de encender y apagar ese transistor
que lleva en las manos, del cual no se oye más que ruido, es imposible sintonizar
nada. En pleno Sahel, nuestra “civilización” prácticamente no ha llegado, todas
las casas son de adobe, no hay ninguna antena, ni enchufes, no hay
supermercados ni nada tecnológico. Alguna vez supongo que mi país fue así, ¿qué
quedó de eso? En la época de los móviles, Iphone, Ipad y demás, aquí mantienen
la modernidad de mis años 80, y el sol y el campo y la vida sencilla de
aquellos años. Y es cuando entiendo que ese niño en realidad soy yo, mi yo de
este mundo, con la camiseta de mi equipo, jugando con la radio, aquel aparato que
me parecía tan misterioso a través del que los mayores se informaban de todo, y
que he puesto cara rara cuando un viejo me ha preguntado por los Lakers porque
qué sabrá él, eso es cosa de niños. Y su cabeza, como la mía entonces, se
volvería a girar a observar el mundo, y a pensar simplemente si alguna vez
tendría la oportunidad de que los ángeles (no los Lakers) le explicaran por qué
las cosas son como son.
Una vez me dijeron que viajaba en el espacio, pero yo sabía que viajé en el tiempo. Observé calles de mi infancia, sin asfaltar, burros, autobuses antiguos, coches de cuando era pequeño, casas de un solo piso, desgastadas, que encerraban mucha historia, no vi televisiones, ni móviles, ni nada que oliese a tecnológico, vi gente con ropas que no estaban a la moda, vi gente descalza. Y se podía estar. A gustito. Y me quedé para siempre en ese mundo más fácil, en ese mundo descalzo.
No tengo facilidad de palabras, solo se decirte que me gusta leerte, pues me transportas a los sitios que cuentas, sin haber estado allí.
ResponderEliminarAunque digas que no tienes facilidad de palabra, he de decirte que me llegan y animan mucho. Muchas gracias, cisne negro,
ResponderEliminarYo también soy de los Lakers, je, je... pero estoy empezando a dejar de serlo. Es importante combinar la conciencia personal y la mirada con los pequeños atavismos que nos quedan. Educación, registro de sueños infantiles o de adolescencia, juegos... Si no miramos las dos caras del universo jamás podremos comprender ninguna. Sigue explorando con la escritura, Edu. Porque mientras lo haces por fuera vas consolidando tu pensamiento y oficio de escritor.
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