martes, 8 de junio de 2021

El progreso

 

El avión redujo viajes de semanas en horas; el coche transformó trayectos de días en minutos; internet cambió acciones de horas en segundos; la lavadora convirtió una actividad social de toda una mañana o una tarde en algo insignificante. Las máquinas nos han dado facilidades pero también nos han robado las aventuras y experiencias que sólo ocurrían en los caminos y búsquedas. Ahora es más difícil que nos pasen cosas. La rapidez ha hecho a los trayectos aburridos, momentos que hay que pasar rápidamente para llegar a un destino cualquiera, cuando a lo largo de la historia supusieron los espacios de tiempo donde ocurrían la mayoría de experiencias buenas y malas que ibas a recordar el resto de la vida. Imagina que Frodo y Sam hubiesen ido a Mordor a deshacerse del anillo subidos en las águilas gigantes de Gandalf. No habría habido aventura, ¿no?

    Tengo por costumbre pensar en mi vida como si fuera una novela, y hay una norma no escrita que dice que no deben usarse muchos avances tecnológicos en una novela porque si no se acaba la aventura rápido. Si mi novela, si mi vida, comenzase con un problema y tuviese el móvil encima y el número de la persona que soluciona ese problema, rápidamente habría terminado la historia sin más complicación ni aventura, pues lo llamaría, vendría y arreglaría el problema en cuestión. Una historia aburrida, pasiva, sin acción, sin reto.

    Y como los caminos y las búsquedas son cada vez más rápidos, nos quedamos mientras con una cantidad de tiempo libre con el que no sabemos qué hacer y que solemos utilizar para consumir algo innecesario o para aburrirnos y conocernos a nosotros mismos mientras miramos por la ventana del coche, del tren, del avión o de casa. Y esta sociedad no permite el aburrimiento ni que nos preguntemos cosas. El aumento de la rapidez de las máquinas para hacer las cosas nos deja con demasiado tiempo para no hacer nada.

    Pero si nos vamos al tiempo laboral, ocurre lo contrario. Ninguno de esos avances tecnológicos ha repercutido en la posibilidad de tener más tiempo libre, pues en todo caso hemos tenido que pasar más o menos la misma cantidad de horas en el puesto de trabajo antes de la revolución industrial y de la revolución tecnológica que después de ambas. Ni la mejora en los medios de transporte ni en los de comunicación ni en los de producción ha supuesto que te puedas ir antes a casa.

    Por un lado nos han robado la aventura que proporcionaban el trayecto y las búsquedas en nuestro tiempo libre, y además la costumbre de vivir de esa forma ha hecho que los veamos como trámites aburridos, y por el otro nos han obligado a hacer más actividades laborales en nuestro tiempo ocupado.

    Reducir el progreso a los avances tecnológicos sabiendo que el resultado es la pérdida de nuevas experiencias me hace sentir un poco incómodo y bastante gilipollas.





2 comentarios:

  1. Muestras clarísimamente esa asimetría de los tiempos libres y de trabajo esclavo. Es escalofriante cómo uno se expande para ser colonizado e invadido y el otro se comprime y se nos agarra al cuello. Si la libertad para nunca ha sido algo que guste mucho al tenedor de privilegios no iba a ser la nuestra una época de excepción en eso de dejar que la cabra tire al monte. No somos consciente de lo que perdemos, lo entregamos alegremente porque no somos los seres chicos los que creamos las inercias. Salir de ellas y reinventar el mundo, aunque sea en pequeñas parcelas individuales o de aldea dentro de esas inercias, en eso se puede pasar uno la vida, sin negociar con el afuera que siempre va a venir a apropiarse del huerto, sin querer convencer a nadie de lo que hacemos y por qué lo hacemos. Ya hemos corrido demasiado y en cuanto te paras sabes que no ibas a ningún sitio que hubieras decidido tú. Habrá primero que expulsar al invasor y después dejar que crezcan conciencias silvestres e intenciones despojadas de utilidad en el páramo que queda, ese que en unos años ni reconoceremos de frondoso y vivo que estará. Un abrazo fuerte.

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  2. Muchas gracias por tu comentario, Señó Moshuelo, que siempre me dejan pensando. Es usted un ave sabia que sabe cómo llegar a lo importante. Te imagino volando por los caminos cerebrales, eligiendo acertadamente, como hacía Gandalf en Minas Tirith, el camino de aire menos viciado para llegar a la verdad de las cosas. Abrazo fuerte!

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