Es día de parto
aquí en el Hospital para Mujeres que la Fundación Vicente Ferrer tiene en los
alrededores de Anantapur. Aquí la llegada de un recién nacido suele
considerarse una bendición divina, aunque a veces no siempre sea así. En este mundo aún sigue sucediendo que la venida de una niña sea una carga
inasumible para su familia, y no sea una bendición, sino más bien un castigo
recibido por los dioses por algo malo que habrán hecho. Una hija supone la
obligatoriedad de disponer de una dote en el futuro para que un marido pueda
hacerse cargo de ella, cosa que ahoga a las familias, sobre todo de ambientes
rurales, porque no pueden hacer frente a esos costes. Esta sociedad considera
al hombre teóricamente como mano de obra, y a la mujer simplemente como un gasto.
Eso ha llevado a que cuando se sabía que el descendiente iba a ser hembra, se
tratase de interrumpir el embarazo por todos los medios. Incluso que los
propios padres acabasen con la vida de la niña una vez nacida. Así, me sorprendo al comprobar que los médicos en
esta parte del mundo tienen la obligatoriedad de guardar el secreto del sexo
del churumbel a los padres, con riesgo incluso de ser expulsados de la profesión,
para evitar que la India se convierta en territorio exclusivo de hombres. Y es
que no se comprende que precisamente en esta parte del mundo, en el que el
papel de la mujer es tan indispensable pues llevan el peso de todo, sean
precisamente consideradas por los hombres como una carga, cuando realmente
ellas llevan su carga sola, admirablemente, cuidando de sus hijos, haciendo la
comida, trabajando en el campo, asumiendo el marido que arbitraria y en la
mayoría de casos injustamente por indeseado le impongan. El hombre ha creado un mundo a su imagen y
semejanza, un mundo violento y desconfiado, de competición, que siempre le
favorece única y exclusivamente a él, y viendo la imagen que tengo delante me invade
el ansia de que al fin dejemos las riendas a ellas, las veo lavar a sus hijos,
nietos o sobrinos con esa atención, con esa delicadeza, e imagino que ellas si,
ellas puedan crear un mundo más justo, más atento con el débil, más preocupado
por los demás. Y pienso en las que ahora tienen un grado de responsabilidad en
los gobiernos, y me entristezco porque en su mayoría no son más que mujeres
hechas de material de hombre, porque no tienen otra posibilidad de ascender que
no sea si se comportan como hombre. Y me asaltan las ganas de pegar empujones
hacia todos aquellos que han organizado el cotarro así, venga, vete de ahí,
venga, levántate de ese asiento viejo casposo, vete de aquí ya joven engominado,
levántate y corre, lameculos, dejad paso a otra forma de entender la vida. Dejad
paso a gente que trate dignamente a las personas. Dejad paso a vuestras mujeres.
Una vez me dijeron que viajaba en el espacio, pero yo sabía que viajé en el tiempo. Observé calles de mi infancia, sin asfaltar, burros, autobuses antiguos, coches de cuando era pequeño, casas de un solo piso, desgastadas, que encerraban mucha historia, no vi televisiones, ni móviles, ni nada que oliese a tecnológico, vi gente con ropas que no estaban a la moda, vi gente descalza. Y se podía estar. A gustito. Y me quedé para siempre en ese mundo más fácil, en ese mundo descalzo.
Que lindo!!!! que bonito de verdad! te ire siguiendo a ratitos, cuando mis fieras me lo permitan... Eres un verdadero viajero, un autentico aventurero. Seguiremos asi viajando, contigo... de cuanta tristeza eres testigo, pero cuanto enriqueces a la vez...
ResponderEliminar;)
ResponderEliminarNo sé si ya le había dado a "me gusta".. da igual.. lo vuelvo a hacer porque ME ENCANTA! Gracias Edu, firmado: una mujer.
ResponderEliminar¡Mil gracias, mujer!
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