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Qué buena tarde se ha quedado, ¿no, Eugenio?
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Si, muy buena – dijo, levantando la mirada al
Lago Petén, y volviendo a dirigirla a su libro.
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No has ido a jugar el partido de futbol hoy, ¿no?
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No, no me apetecía, Robert.
Dejó pasar unos
segundos, admirando el paisaje, escuchando el lago silencioso que tenía
enfrente, un silencio tan profundo que podía oírse. Empezaban a sonar los
sapos, que, pocos minutos más tarde, cuando anocheciera del todo, comenzarían
su concierto de cada día.
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No te preocupes, Eugenio, seguro que lo
consigue. El año pasado lo intentaron dos amigos míos, y lograron llegar allí.
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Sí, claro. Igual que Ernesto, ¿no? Quedó sin
fuerzas después de meses cruzando México, nadie le ayudó cuando no pudo más, y ahora
supongo que estará descansando su vida en el desierto de Sonora, comido por los
bichos, solo y sin nadie que se ocupe de su cadáver –dijo del tirón, como
soltando algo que le carcomía - Robert, no quiero que mi hermana pase por eso –
le dijo, fijando sus ojos brillantes en el.
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No podías hacer nada, ha sido su elección,
Eugenio. Aquí no podía continuar, no quería, ella me lo dijo, no tenía novio,
no tenía trabajo, tenía dos hijos a los que no podía mantener. Pensaba que su
única opción era cruzar a Estados Unidos. Algunos lo consiguen, piensa eso,
algunos lo logran.
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¿Por qué somos nosotros los que tenemos que
irnos allí, Robert? Mira a tu alrededor, aquí en El Remate, teóricamente
tenemos de todo, este pedazo de lago, la selva a dos pasos, un clima
espectacular, ¿por qué tenemos que emigrar hacia otros países, si yo quiero
estar aquí? Aquí está nuestra familia, nuestra casa, nuestra tierra…
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Uff, pues no se –dijo, mirando al horizonte – o realmente
sí que lo sé. Aquí tenemos los recursos, pero ¿sabes de qué país es la empresa
que gestiona el suministro eléctrico, y que nos deja día sí y día también sin
luz? ¿sabes de qué país es la empresa que viene a cortar los árboles de
nuestros bosques? ¿sabes de dónde es la principal empresa extractora de petróleo
de aquí? ¿sabes de qué país es la empresa que explota nuestras minas? En esos y
en muchos más casos, en ninguno de ellos es guatemalteca. Estamos vendidos,
Eugenio, por eso tenemos que ir al comprador a pedirle limosna.
Eugenio quedó en silencio, como resignado, como dándole la razón, y sin
poder rebatir lo que decía. Levantó la cabeza de nuevo para dirigir la vista al
lago. Robert echó un vistazo a Eugenio, intentando adivinar qué libro estaba
leyendo.
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¿Qué lees? – le preguntó, interesado, al no
poder adivinar qué era lo que leía.
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Los Derechos Humanos – dijo, volviendo a bajar la
vista al libro.
Nunca lo dejes, sigue contándome más historias.
ResponderEliminarGracias! Lo intentaré ;)
ResponderEliminarQue bonito todo lo que escribes, gracias por contarnos una parte de allí...No pares
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